Miguel de Cervantes (07/10/1547 - 22/04/1616) |
Dos días después de la
celebración de Sant Jordi descubro, gracias a @absence, que la primera vez que
se celebró “El día del libro” en Cataluña fue el 7 de octubre de 1926,
coincidiendo con la fecha de nacimiento de Cervantes y no he podido resistir a
la tentación de escribir sobre ello aunque Sant Jordi ya haya pasado.
Por lo que he podido
comprobar, el mérito se debe a Vicente Clavel Andrés. Un escritor y editor
valenciano afincado en Barcelona desde 1920 entusiasta de la literatura de
Cervantes. Le gustaba tanto que buscó una fecha para rendirle homenaje y
decidió que el día más propicio sería el del nacimiento del propio Cervantes,
el 7 de octubre de 1926.
Este era Vicente Clavel |
Para llevar a cabo su
idea, Clavel presentó una propuesta a la Cámara Oficial del Libro de Barcelona
(entidad destinada a la difusión de la literatura de la que él era vocal) que
quedó registrada de este modo: “Día del Libro Español. Otra iniciativa de
nuestro, celoso compañero don Vicente Clavel: dedicar un día de cada año a
celebrar la Fiesta del Libro Español. Este modélico proyecto pasó a estudio de
la correspondiente ponencia y está pendiente de decisión”.
El resultado de esta
petición fue un Real Decreto, firmado el 6 de febrero de 1926 por el rey
Alfonso XIII, por el que se instauraba la “Fiesta del Libro Español”. Desde
entonces y hasta 1930, cada 7 de octubre se celebró “La Fiesta del Libro”. Pero
en 1930 se decidió cambiar la fecha al
23 de abril por creer que era el aniversario de la muerte de Cervantes (aunque en realidad murió el 22). Así fue como, en
plena República, se celebró por primera vez “la Fiesta del libro” el día de
Sant Jordi y así ha continuado hasta la actualidad. Pero tras la Guerra Civil perdió mucha
importancia por la falta de libros en catalán y no fue hasta 1950 que la Fiesta
del libro volvió a ser popular.
Foto del primer día del libro celebrado en Barcelona el 23 de abril de 1931 |
Como curiosidad les dejo
con la transcripción de un texto publicado en La Vanguardia el 21 de octubre de
1926, sobre la celebración del primer Día del Libro en Barcelona.
“-POR LA CULTURA Y LA RAZA.- EL
DIA DEL LIBRO EN AMÉRICA
Las
instituciones culturales de España, madre y maestra de los pueblos americanos,
poseen la virtud de la opulencia y el mérito del acierto, cunden y se atraigan
en el solar de le raza, florecen lindamente y se acendran sus frutos con savia
multiforme y fecunda.
Por
eso se observó que la Fiesta de le Raza se trasplantó a Hispano-América, y a la
sazón
se cultiva oficialmente en casi todas aquellas Repúblicas que son carne de
nuestra carne y hueso de nuestros huesos, y se cultiva con tan exquisita
emulación, que se tiende a vencer a la madre patria en entusiasmo y gentileza.
Ahora
ya tenemos otra fiesta de cultura nacional: el Día del Libro. No entro a
discutir si
sería
más propio y noble y amplio y desinteresado el llamarlo “Día del Idioma”. Al fin
y al
cabo el idioma se refiere en el libro como expresión firme y práctica de pensamiento
y de lengua y viene a ser ésta lo que el fruto a la flor.
Pues
bien, a la manera que la fiesta primera fue acogida tan pronta y felizmente en
la América española, así quedará adoptada la segunda con variaciones y aun
mejoras
en
los pueblos que forman el imperio idiomático de Cervantes. Ahí tenemos por de
pronto a la República de Panamá, la hija última de España, que instituyó dicha
efemérides con un plan acordado por le secretaría de Instrucción pública, digno
de ser conocido en España y en las Repúblicas, porque contiene aciertos que
merecen ser imitados. Y en Venezuela, donde el espíritu de Enana palpita con
ritmo de intenso cariño, también se ha celebrado, y no dudo que se ha de
reglamentar la fiesta como saben hacerlo los hijos predilectos de Bolívar.
Echo
de menos que no se ciflque el libro español en el plan mencionado. ¿Será que allí
se trata del libro, en general, porque abundan los libros de lengua inglesa? Pero
a la observación del secretario, o dígase ministro, de Instrucción pública, no
se le habrá escapado el hecho de que los libros tales no abundan en toda la República,
sino en la capital y en la ciudad de Colón por su vecindad con la zona del Canal;
fuera de que está empeñado, como ilustre académico de la Lengua que es, a
contrarrestar la influencia de ese idioma extranjero con procedimientos legales,
pero enérgicos. De todos modos, el plan es bueno, bueno para formar bibliotecas,
para conservarlas y para aumentarlas en el decurso de los años; y bueno, porque
se pretende caracterizarlas como escolares en todos los municipios a fin de que
las generaciones nuevas se aficionen a la lectura y después empleen los
conocimientos adquiridos en beneficio de la cultura patria. Donde
las
tradiciones de la prensa no son multiseculares como en Europa, y donde no existen bibliotecas y archivos,
lo primero que procede es crear esos centros de cultura como resultado de la
Fiesta del Libro. Por eso en el plan panameño entra de preferencia la formación
de bibliotecas escolares con procedimientos de sentido práctico, porque en
aquella incipiante República no cabe emplear las disertaciones y conferencias
que se dictan en España, donde abundan las bibliotecas técnicas y populares.
Y como
era de esperarse, estas normas organizadoras produjeron resultados magníficos a
juzgar por’ el copioso número de libros que se consiguieron en ese primer año. Dentro de poco tiempo, en cada pueblo
funcionará una biblioteca de carácter escolar,
que
será aprovechada también por todos los vecinos, de modo que a medida que pasen
los años aumentarán los fondos de biblioteca y podrán crearse otros de carácter
más general y científico, en proporción del progreso, resultante de la lectura y
del estudio, y así en todos los pueblos llegará a haber dos bibliotecas: una
para los escolares y otra para los vecinos.
En
este plan, para cuya ejecución funciona un comité llamado de la Buena Lectura, hay
detalles que aunque interesantes no transcribo, por evitar la prolijidad, pero
no resisto al deseo de copiar algunos acuerdos que siguen al plan, y son de
este tenor:
“I.-
El Día del Libro todos los profesores y maestros procurarán llevar a su escuela
un
libro,
convenientemente escogido, y lo rifarán, bien entre aquellos de sus alumnos que
hayan
demostrado mayor amor al estudio, o entre los que están más al día en los
asuntos
mundiales
de actualidad.
II.-Los
profesores de castellano o maestros pedirán ese día cortos resúmenes de los libros
que sus alumnos hayan leído fuera de clase el mes de agosto.
III.-Se
espera. que los periódicos de la localidad el Día del Libro publiquen una
selección
de cincuenta a cien libros escogidos de entre aquellos que en el sentir de
ilustres pedagogos y escritores deben ser leídos por todo hombre que se precie
de medianamente ilustrado.
IV.
-— Durante la semana que precede al Día del Libro las librerías... acuerdan
hacer
un
25 por ciento de descuento a todo libro que en ellas se compre.
V.-
El Día del Libro la secretaría. De Instrucción
pública hará público un concurso
literario
que se cerrará el próximo año en la misma fecha.
Sobre
lo cual cabe ponderar esa hermosa diligencia que acucia a los hispanoamericanos
por mejorar las clases sociales, proporcionándoles pábulo científico por medios
que están al alcance de todos, así como el desinterés de los libreros, no menor
que la
cooperación
de la prensa al desarrollo del proyecto.
Pues
bien; ahí tienen las Repúblicas de habla española bases que ampliar acomodando
cada
Gobiernos las fuerzas vivas que posea a fin de que se levante el nivel de la
cultura
contra
el analfabetismo, se propague el libro español, original o bien traducido, se
aumente
el estudio mutuo de los autores interamericanos, reine el intercambio con los
de
España y no se deje deslucir nuestro rico idioma con extranjerismos de léxico
ni de sintaxis, y, sobre todo, no se cieguen las fuentes de agua castiza de la raza
ni sus tradiciones científicas.
Yo
entiendo que esta República ha hecho las cosas a derechas; no organiza
discursos
de
imnoderado lirismo ni conferencias superfluas, sino crea bibliotecas para las
escuelas
sometiéndolas a un método progresivo que asegura el triunfo. Lo que interesa es
que haya cuidado para excluir las obras incongruentes y lesivas de la moral
cristiana;
y
por lo que respecta a las materias, ojalá que predominan los libros, por ejemplo,
de
Historia
y Geografía, Bellas Artes, Literatura, Industrias químicas, Agricultura e
Industrias
agrarias. Economía doméstica, Mecánica, Ciencias Físicas y Naturales, Minería
Estudios
comerciales, Miscelánea escogida, Religión y moral y otros de utilidad práctica
e inmediata.
FR. P. FABO DE MARIA . (Agustino recoleto).”