Ciertos
establecimientos comerciales del siglo XIX en Barcelona y Madrid parecían
guardar paralelismo en cuanto a la riqueza en su decoración, el uso de
autómatas como reclamo publicitario y, sobre todo, en la denominación del
negocio. Es así como aparecen en los años 1848 y 1870, respectivamente, el Molino de chocolates “El Indio”, en
Madrid y los Almacenes “El Indio”,
en Barcelona.
El propósito de este artículo es contar la historia de estos dos
comercios, uno desaparecido y el otro en activo, por el momento.
Este reportaje aparece simultáneamente en
los blogs http://srabsenta.blogspot.com.es/ de Barcelona y http://antiguoscafesdemadrid.blogspot.com.es/ de Madrid.
EL MOLINO DE CHOCOLATES "EL INDIO" DE MADRID.
A mediados del siglo XIX proliferaron en Madrid los establecimientos dedicados al negocio del chocolate. Es así como, en el año 1848, fue inaugurado uno de los comercios más bonitos del centro de la ciudad: El molino de chocolates "El Indio", que estuvo situado en la calle de la Luna, número 14 haciendo esquina con la de San Roque, número 1.
Fuente: Museodeltraje.mcu.es Fotografía: M.R.Giménez (2012) "El Indio" de la calle de la Luna en el siglo XIX, en el año 1990 y en la actualidad |
Fuente: Cartotecadigital.icc.cat Plano de Francisco Coello y Pascual Madoz del mismo año en que se inauguró la tienda (1848) |
La tienda "El Indio" tenía una superficie aproximada de 25 m2 y dos partes bien diferenciadas separadas por una gran cristalera: la zona para despachar y el molino de chocolate. El local se completaba con una oficina, a la que se accedía por un largo pasillo, y un sótano que albergaba la maquinaria del molino, no visibles al público.
Una pequeña puerta de madera y cristal, rodeada por escaparates, daba acceso a la tienda por la calle de la Luna, número 14. El sonido de una diminuta campanilla y un crujir sobre la tarima del suelo daban la bienvenida al cliente, que de inmediato sentía el penetrante olor a chocolate y café recién molido, encontrando ante sí el magnífico mostrador de maciza caoba adornado de columnas torneadas, decoración que se repetía en todo el establecimiento. Sobre el mostrador, un pequeño molino para el café, una moderna báscula, la espléndida balanza de bronce rematada por una cabeza de águila y una discreta mampara que protegía la intimidad de la caja registradora y del teléfono de baquelita colgado en la pared.
Las paredes de la tienda estaban cubiertas por vitrinas, cerradas con puertas de cristal, que guardaban bonitos envases de latón conteniendo los diferentes productos a la venta: caramelos, té, granos de café o bombones; en sus últimas décadas también se podían adquirir allí paquetes de galletas y otros productos envasados de marca. Rematando el decorado vertical, sobre las vitrinas, había pinturas que representaban diferentes puertos marítimos enmarcadas por curvos listones de ébano con adornos de metal dorado. Dos muebles expositores, un espejo y alguna silla, para amenizar la espera a ser despachado, constituían el resto del mobiliario de la tienda.
Sin duda, lo más destacado del establecimiento estaba al otro lado de la gran mampara de cristal que dividía en dos el local. La gran figura de un indio en pie y con los brazos abiertos, vestido tan sólo por un pudoroso pantalón de hojas doradas, un carcaj con flechas y un enorme sombrero, no dejaba indiferente a ningún peatón, ya que también se podía ver desde el escaparate de la calle. El indio era en realidad la máquina que molía el chocolate.
Bajo un dosel de madera, sostenido por oscuras columnas torneadas, el indio y su sombrero, embudo dentro del que se volcaban los ingredientes para hacer el chocolate, era la parte de la maquinaria que distribuía las materias primas. Estas llegaban a las dos molederas a través de los brazos terminados en unos cacitos y de dos grandes embudos de bronce que pendían del dosel sobre cada moledera. Las molederas circulares de piedra estaban recubiertas por una plancha de cobre y se superponían a unas ruedas cónicas que facilitaban el giro sobre las dos grandes pilas de granito. Ambas molederas giraban en torno a un eje que a su vez comunicaba con la maquinaria del sótano. Toda esta estructura se apoyaba sobre un cerco de obra de ladrillo forrado en dos de sus laterales por un panel de madera. El trabajo era ejercido por dos operarios, mientras la venta seguía al otro lado de la mampara que preservaba del ruido, pero no del intenso aroma a chocolate.
Fuente: Museodeltraje.mcu.es Interior del establecimiento |
Las paredes de la tienda estaban cubiertas por vitrinas, cerradas con puertas de cristal, que guardaban bonitos envases de latón conteniendo los diferentes productos a la venta: caramelos, té, granos de café o bombones; en sus últimas décadas también se podían adquirir allí paquetes de galletas y otros productos envasados de marca. Rematando el decorado vertical, sobre las vitrinas, había pinturas que representaban diferentes puertos marítimos enmarcadas por curvos listones de ébano con adornos de metal dorado. Dos muebles expositores, un espejo y alguna silla, para amenizar la espera a ser despachado, constituían el resto del mobiliario de la tienda.
Fuente: Museodeltraje.mcu.es Detalle de la decoración vertical sobre las vitrinas |
Fuente: Museodeltraje.mcu.es El molino de chocolate con su autómata representando la figura de "El Indio" |
El negocio de "El Indio" se habría iniciado como molino de chocolates y venta de cacao en polvo y productos derivados, pero a partir de 1920 también incluiría el despacho de café, legumbre y fiambres. Más adelante, en la década de los años 40 y 50, surtiría también de caramelos y bombones con su marca registrada. Durante su última etapa en la tienda sólo se podía adquirir cafés, tés, chocolates y bombones de su marca.
El molino de chocolates "El Indio" desapareció en el año 1993. La hermosa tienda hoy forma parte de la decoración del Museo del Traje de Madrid.
LOS "ALMACENES EL INDIO" DE BARCELONA.
Fotografía: Roser Messa Fachada principal C/ Carme, 24 |
En Barcelona hay un local precioso y
centenario conocido como Almacenes El Indio que está a punto de desaparecer.
En Madrid, en su día también hubo uno llamado casi igual aunque destinado a
otros menesteres. El nuestro, el catalán, se instaló en 1870 en los bajos de un
edificio modernista proyectado por Pau Sambró Badía, ubicado en la calle Carme,
24, para vender lencería y ropa de casa. Tal como indica en su fachada lateral,
allí se podía encontrar (y se encuentra)“lanerías,
pañolería, lencería, sederías, mantelerías, novedades”.
Fotografía: Roser Messa Fachada lateral esquina C/ Carme, 24, con C/ Montjuïc |
Fotografía: Roser Messa Fachada lateral esquina C/ Carme, 24, con C/ Montjuïc |
Salvo algunas diferencias, entrar en su
interior es como transportarse a los años 20 del siglo pasado. Al momento en que el señor Andreu Alsina se puso
al frente del negocio que, en su día, inauguró F. Mitjans. Un barcelonés que
había hecho las américas y, quizá por eso, el nombre del comercio sea el que
es.
Fotografía: Roser Messa Detalle de la decoración de la fachada principal |
Alsina fue el responsable de la
decoración modernista que aún se conserva. En 1922 encargó la renovación del
local a los decoradores Vilaró y Valls que hicieron un trabajo excepcional,
especialmente en el vestíbulo. Lástima que, en un lavado de cara realizado en
los años 50, desapareció la parte del techo recubierta de pan de oro.
Fotografía: Roser Messa Detalle del interior del vestíbulo |
El señor Alsina solía ir a París a buscar género de primera
calidad para vender en su comercio. De uno de esos viajes volvió con un indio
mecánico que instaló en el escaparate de la tienda y que procedía de la
exposición universal de 1900. Según parece, era una especie de autómata que
movía los brazos y desplegaba un cartel anunciador. Esto último lo hacía si el
mecanismo no fallaba, cosa que ocurría a menudo y que era la diversión de los
niños del barrio. A diario se apiñaban frente al cristal del aparador esperando
el momento del fallo.
La década de los 20 fue la época dorada
de los almacenes. En 1929 (año de la Exposición Internacional de
Barcelona) trabajaban una veintena de dependientes que atendían a clientes de
gustos refinados y, para celebrar la gran Exposición de Montjuïc, hasta se llegó
a editar un catálogo especial.
Fotografía: Roser Messa Escaparate del interior del vestíbulo |
En los años 40 el negocio cambió de
propietario pero no de orientación. Desde entonces, Baldá i Riera, SRC, ha
estado al frente de los almacenes aunque, desgraciadamente, no será por mucho
tiempo más. 2014 máximo, ya que esa es la fecha fijada para el vencimiento de
los viejos contratos de alquiler, como el de los Almacenes El Indio y tantos
otros comercios históricos de nuestra ciudad.
Fotografía: Roser Messa Interior de la tienda |
Hace poco entré por primera vez en el
local. Jamás había comprado nada allí pero acudí fascinada por su estética y ya
con la intención de dedicarle una entrada en el blog. Hacía tiempo que, cada
vez que pasaba por delante, me quedaba embobada mirando el aparador tal como
hacían los niños de los años 20 y, muchos años después, lo hiciera Mercè Ibarz
como reconocía en este artículo publicado en El País hace un par de meses.
Fotografía: Roser Messa Interior de la tienda |
El día que fui me atendieron los dos
únicos empleados que quedan. Nada parecido a los veinte que trabajaban a
destajo en su época de esplendor. Ellos
me contaron el problema al que se enfrentan y que es el pagar un alquiler
astronómico por un negocio que ya no es rentable. A ellos les ocurre algo
similar a lo que pasó con La Casa de las Mantas, que se los come la competencia
de los grandes comercios. Por tanto, es
inviable mantener un negocio en el que las ventas son mínimas y el alquiler por
el local es desmesurado.
El Indio ha aguantado de todo. Hasta un
pequeño incendio del que me he enterado por un artículo de Lluís Permanyer
publicado en La Vanguardia en septiembre de 1991. Según la noticia, el fuego
fue originado por un indigente que quemó un contenedor situado en la
confluencia entre las calles Carme y Montjuïc del Carme, alcanzando el rótulo
de la fachada. Por suerte, un acuerdo entre el propietario del comercio y el
ayuntamiento consiguió recuperar su aspecto original. En cambio, ahora no hay
acuerdo que valga. El Indio y otros tantos comercios como él acabarán por
desaparecer. En su lugar veremos surgir más Zara, Mango, McDonalds….
Fotografía: Roser Messa Fachada vista desde la esquina de la C/ Carme con la C/ Montjuïc |
Fuentes (Molino de chocolates "El Indio" de Madrid:
Museodeltraje.mcu.es
"La fábrica de chocolates El Indio" Cristina Cámara Bello
"El cine, la Gran Vía y yo" Rosario González Truchado.
Muy interesante. Yo sí he comprado toallas, albornoces... en Almacenes el Indio. Otra gran pérdida si cierran en 2014. A veces me gustaría que no pasara el tiempo para que estas cosas no pasaran.
ResponderEliminarÚltimamente es un no parar y esto nos lleva cada vez más a una ciudad impersonal, como tantas otras.
EliminarEl incendio, de los muchos que ocurren en ciudad Vella se debió a la acumulacion de bolsa de basuras que se amontonan en las esquinas de cualquier calle del ex-barrio chino de Barcelona.La "restauracion" mal llamada así , consistió en repintar a brocha gorda la parte dañada sin reconstruir el cristal con las flores dibujadas que se cambió por uno negro.
ResponderEliminarPor otro lado, uno de los batientes de las grandes puertas de entrada de cristal dibujado al acido, fueron reventadas para entrar a robar...el cristal tambien se repuso, pero nunca volvieron a lucir las decoraciones que portaba...y así...no pararíamos, esto no evita pensar lo que se pierde en la ciudad en aras del victimismo, capitalismo y zarandajas varias.
¡Una pena gorda Chordi! Tú sabes más que nadie las cosas que se han perdido en Barcelona. Y lo peor es que eso no acaba aquí sino que tan solo acabamos de empezar.
EliminarUn beso!
Veo que eres seguidor o no de Emilio Jiménez Díaz, un individuo que vive en Córdoba y que se dice flamencólogo. Pues bien, tiene un blog en el que ha publicado un artículo sobre Cataluña y los catalanes que me gustaría que leyeras con detenimiento. Enlace:
ResponderEliminarhttp://desdemitorrecobalto.blogspot.com.es/2013/09/desde-mi-torre-barcelona-barcelona.html#comment-form
Si te abochorna igual que a mí que en público se utilicen expresiones como tontos y gilipollas, puñaladas traperas, tiros por la espalda, y otras lindezas dirigidas a los catalanes que no pìensan como él, pues eso, que si te abochorna hagas lo que te parezca. En mi blog vas a tener lectura más provechosa. Saludos cordiales, srabsenta.
Seguro que hay muchas cosas coincidentes y magníficas en Barcelona y en Madrid. Esta entrada nos ha quedado genial y aviso a todos que seguiremos colaborando para que la historia de los sitios no se pierda.
ResponderEliminarUn gran beso y salud.
Es entrañable ver un negocio que ha sobrevivido a lo largo de los años, superando todos los altibajos de la economía. Sin embargo, la situación actual es distinta. La dificultad de adaptación de este tipo de negocios tan tradicionales puede ser una de los motivos de subsistencia.
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