A mi edad aún no tengo claro si las corridas de toros me
gustan o me aterrorizan. Como le decía a Xavier Theros hace unos días mi
relación de amor/odio hacia este espectáculo me impide posicionarme. Por una
parte sufro horrores al ver las torturas a las que se someten los animales y,
por otra parte, reconozco que la estética del toreo y todo lo que conlleva me
llama poderosamente la atención. Es más… Diría que me fascina. De hecho, desde
que abrí el blog he hablado de toros y sus plazas barcelonesas en más de una
ocasión y, en especial de la del Torín. Mi favorita y la primera en
desaparecer.
Todo esto viene a cuento de una historia que me ocurrió tras
ver la magnífica “Blancanieves” de Pablo Berger. La vi sabiendo que sería de mi
agrado ya que contenía todos los elementos para que así fuera. Un cuento
clásico, ambientado en la España de principios del siglo XX, con una Blancanieves
que encuentra unos enanitos toreros en lugar de mineros. La sorpresa me llegó más
tarde, cuando un amigo me comentó tener la impresión que el personaje del
torero se inspiraba en un pariente lejano suyo llamado Nicanor Villalta. Un par
de coincidencias al principio de la película le hicieron sospechar. Una era el
nombre del personaje, Antonio Villalta mientras que la otra era aún más llamativa.
Nicanor Villalta era un torero muy famoso en los años 30. Tanto, que
protagonizó películas como galán y también le dedicaron unos cuantos
pasodobles. Pero su mayor hazaña fue matar siete toros
en una misma corrida y una heroicidad similar realizaba Antonio Villalta
al principio de la película. Con la diferencia que en la ficción ocurre en la
plaza de Sevilla en 1910 mientras que en la vida real eso fue en Madrid, en
1935. Ese día se vio obligado a matar él solo a todos los toros porque sus
compañeros de cartel (Manolo Bienvenida, Domingo Ortega y Maravilla) habían
sufrido graves cogidas.
Por lo demás, la película y la vida real de Nicanor Villalta
luego toman caminos distintos y, aunque intenté por todos mis medios descubrir
si lo que cuento es algo más que una simple casualidad no lo pude descubrir. De
todos modos, la biografía de Nicanor Villalta da para un argumento de película,
como ahora verán.
Nicanor nació el 20 de noviembre de 1897 en Cretas (Teruel) y
a una edad muy temprana emigró con su familia a Méjico, lugar donde empezó su
interés por los toros. Su padre, que era novillero y banderillero, en parte fue
culpable de transmitirle esa afición.
A su vuelta a España tomó la alternativa en la plaza de San
Sebastián, en el año 1922. A partir de entonces su fama fue en aumento hasta
llegar a ser considerado uno de los mejores matadores. De él se valoraba su
honradez en el ruedo y el ser un excelente estoqueador. Motivo por el cual era
requerido en todas las plazas de España y, especialmente, en Madrid y Barcelona
donde actuaba tan a menudo que hubo quien le llamó “el expreso de Madrid-Barcelona”.
En los años 30 era famoso, ganaba dinero y tenía suerte en
la vida. Tanto que pensaba retirarse en 1936. Acababa de casarse y esperaba su
primer hijo. Pero la Guerra Civil le truncó todos sus planes de una manera
fulminante. El portero de su finca le acusó de fascista y tuvo que salir por
piernas perseguido por la milicia. Se escondió en un zulo y allí malvivió
durante el tiempo que duró el asedio de Madrid. Cuando acabó la guerra, su mala
situación económica le obligó a tener que volver a torear. En Barcelona se
estrenó el día de la Mercè de 1939 (el mismo en que el Capità Puig se elevaba
en su globo “España” y se estrellaba en el balcón de casa de mis abuelos
maternos) y esto es lo que se decía de su actuación en la crónica de La
Vanguardia del día 26:
Extracto de la crónica de la reaparición de Nicanor Villalta en Barcelona |
Aunque la vuelta al
ruedo fue más bien floja en nada se puso al día y volvió a ser el Nicanor
Villalta de antes pero no por mucho tiempo ya que, cuatro años después, decidió finalizar su carrera con una última
corrida en la plaza de Zaragoza.
Una vez retirado se dedicó a la hostelería, regentó la plaza
de toros de Toledo y fue asesor taurino de la presidencia en la plaza de Madrid
entre muchas otras cosas. En 1966 fue uno de los toreros protagonistas de
“Juguetes rotos”, la película documental de Guillermo Summers con guión de Tico
Medina en la que Villalta, a los 68 años de edad, mataba a su último toro en la
plaza de “Las Ventas” de Madrid. Allí acabó su vida pública y empezó una nueva
vida, en el anonimato, hasta que murió en 1980 a los 82 años.
Magnífica entrada y estupenda historia. La maldita guerra que se llevó por delante tantas vidas y proyectos, como todas las demás contiendas. ¡Y aún hay quien no la condena!.
ResponderEliminarGracias, Roser. Un beso.
La película es de Manuel Summers, no de Guillermo.
ResponderEliminarFue el mejor torero
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