martes, 26 de febrero de 2013

Hablando con Jaime Martín sobre "Sangre de Barrio"


 
Jaime Martín trabajaba en “El Víbora” cuando publicó “Sangre de Barrio” en 1989. Su editor, Josep María Berenguer, fue quién le dio la oportunidad de publicar el que sería su primer álbum. Jaime suele explicar que Berenguer se lo dijo en su despacho y que le dio total libertad para pensar el argumento y plasmarlo sobre el papel.

De ahí nació “Sangre de barrio”, la historia de unos chavales de un barrio marginal de la ciudad, que le valió el premio al autor revelación del Salón del Cómic de Barcelona, en 1990.

Un buen día, 24 años más tarde, Norma Editorial le propuso editar toda la serie en un único tomo y a Jaime, lo primero que le vino a la cabeza fue pensar “Qué vergüenza. Yo era un novato ¿Cómo voy a soportar enfrentarme a aquellas páginas otra vez?”. Al menos así lo cuenta en su blog. Pero al final dijo que sí, que pasaba de la vergüenza y que aceptaba el reto de Norma. Yo creo que hizo bien y por eso quise contactar con él.

Conocí a Jaime hará  unos cuatro años, un día que Absence debía entrevistarlo en el Cabaret elèctric de Icat.cat para hablar de su entonces recién publicado “Lo que el viento trae”. Un relato de terror  (inicialmente publicado en Francia) que poco tiene que ver con el cómic que lo encumbró y le dió el premio al autor revelación del 8º Salón del Cómic.




Hace poco que entró el álbum en casa y sólo llegar se lo saqué de las manos a Absence. Me lo leí de un tirón y corrí a buscar su correo para pedirle una entrevista. Al poco, Jaime me contestó aceptando y yo me alegré un montón de poder hablar con él acerca de "Sangre de Barrio" y algunas cosas más...

Han pasado 20 años desde que se publicó “Sangre de Barrio” por primera vez y, en cambio, es una historia que podría suceder ahora mismo.  ¿No te parece?
Es cierto, no me parece nada descabellado. En mi opinión estamos viviendo una involución que tiene pinta de llevarnos a algo parecido a la cochambre de inicios de los 80. Había una canción del grupo Los Suaves que hablaba de la insoportable tasa de paro de aquellos años: 2 millones de parados. Viendo a lo que nos han llevado las ratas que han gobernado y gobiernan el país, aquella canción, si no fuera tan dramática, parecería un chiste.


Leyendo el cómic veo que pasa perfectamente por una historia real. La sitúas en tu barrio y, por tanto, conocías a la perfección  los personajes que lo habitaban y el Institut Pedraforca. ¿Cuánto hay de biografía en él?

Biografía a trocitos, manipulada y ordenada a mi antojo. El fin es contar una historia, no mi vida o la de mis amigos. Aún así, esos fragmentos de realidad los considero básicos. Dan verosimilitud y para mi son un nexo de unión con la historia. Me permiten convivir con ella durante el largo período de creación sin caer en el hastío. 



Esta es una historia con una banda sonora muy presente. Canciones y escenas casan a la perfección. ¿Era la música que escuchabas mientras lo creabas?

Sí. Era, además, un elemento inspirador. Muchas canciones contaban las mismas cosas que vivíamos en los barrios. Esas canciones eran como el aire, estaban ahí suspendidas, flotando a tu alrededor. Las “respirabas” y pasaban a formar parte de tu ADN. En el tebeo tenían que integrarse de la misma forma.

 

Al ser éste un blog centrado en la historia de Barcelona siempre me gusta preguntar a mis entrevistados sobre cómo se las apañan con la localización de los escenarios que aparecen en sus historias. ¿Cómo lo hiciste en “Sangre de barrio”?

Cuando hice Sangre de barrio no habían ordenadores ni internet, así que la única manera era salir a la calle con la cámara de fotos. En Hospitalet nunca tuve ningún problema, sin embargo en la Barceloneta, cuando me documentaba para una historia corta con guión de Onliyú, casi consigo meterme en un lío. Y mira que el bueno de Onliyú ya me lo advirtió: cuidado donde te metes, que no les va a gustar que les toques las narices sacando fotos. Y así fue, alguien se mosqueó, por acercarme demasiado (no tenía zoom) y lo dejé estar a medio carrete.  






Este cómic te valió el premio al autor revelación del Salón del Cómic de 1990 ¿Qué supuso el premio para ti?

Me dio seguridad en mi mismo y en mi trabajo. Luego, con el tiempo, te das cuenta que eso te lo labras tú mismo a lo largo de tu carrera. Aún así, de todos los premios que se otorgan en el mundo del cómic, tal vez sean los que se conceden a los autores incipientes los que más sentido tienen.

Leí “Invisible” y, aunque en ningún momento sale el nombre de Barcelona, se adivina  que transcurre aquí por un detalle muy concreto.  Pero bien podría ser en cualquier gran ciudad. Supongo que esa era la idea, ¿no?

No había ninguna intención de que fuese una ciudad concreta. Sí me interesaba construir un estereotipo, porque lo que ahí se plantea creo que se puede extrapolar a cualquier gran ciudad del primer mundo, por eso no quería presentarlo como una historia local. Aparece la Plaça de Catalunya de Barcelona, pero simplemente porque me fue más fácil documentarme. Pensé que quien no la conociese simplemente vería una plaza.


Leyendo tus historias llego a la conclusión que te gustan los personajes marginales...

Marginales o con algún tipo de trastorno, pasajero o no, que les impide relacionarse de igual a igual con la mayoría, con la “normalidad” establecida. Algunas personas cercanas me comentan que hago una proyección de mi mismo. No me planteo tal cosa. En todo caso, si es así, no es algo consciente. Soy bastante pudoroso y mi vida me la guardo para mi.



¿Sigues dando clases en la escuela de cómic Joso?

Ya he perdido la cuenta de los años. Me ayuda a socializar un poco, aprendo cosas de los alumnos y ellos, espero, aprenden algo de mi. Básicamente unas rutinas de trabajo que les permitan evolucionar por sí  mismos. Desde mi punto de vista, aprender a autoevaluarse el trabajo es vital. Después tienes que tener el conocimiento y la habilidad de corregir los errores, claro, pero primero hay que aprender a detectar dónde fallan las cosas. Eso es la libertad.

Por lo que cuentas en las entrevistas me da la impresión que ha habido momentos duros en tu carrera profesional. Incluso algunos de tus cómics son también muy oscuros y parece que reflejan cierto malestar, como en “Invisible” ¿Es así o sólo una impresión?

Siempre hay algo oscuro en mis historias. No creo ni que lo busque, seguramente sale así porque, simplemente, no me gusta el mundo en el que vivo. Además, reconozco que la misantropía, con el paso de los años, va creciendo en mi hasta convertirse, en ocasiones, en algo difícil de llevar.


Para terminar… Tras tu último trabajo “Todo el polvo del camino” tengo entendido que ahora estás preparando un cómic sobre la mili de tu padre. ¿Me puedes contar un poco más sobre ello?

Es la historia de la mili de mi padre, en Ifni, África, a comienzos de los 60, pero también tiene  una parte ajena a lo militar. Intento abordar la rapidez con la que, en aquellos años, se dejaba de ser joven para pasar a ser adulto. El cómo las cosas estaban predispuestas para pasar ese tránsito sin pensar demasiado acerca de qué quería hacer uno con su vida. La reducción a la mínima expresión de ese periodo tan valioso que es la juventud.

1 comentario:

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