jueves, 5 de febrero de 2015

La momia falsa del príncipe de Viana


Don Carlos de Viana (José Moreno Carbonero, 1881)
En el número 1 de la calle del Príncipe de Viana se encuentra el O’Barquiño, el bar donde no hace mucho entrevisté a Álvaro Ortiz cuando estuvo en Barcelona para presentar Murderabilia. Pero no es de él ni del bar de lo que hoy quería hablar sino del personaje que ha dado nombre a esta calle y, también, de su vida y la historia de su cadáver, que fue transformado en momia gracias a la “creación” de Eduard Toda, un erudito  de Reus,  diplomático y egiptólogo, amigo de infancia de Antoni Gaudí y también íntimo amigo del cronista de Barcelona, Víctor Balaguer.

La calle del Príncipe de Viana, según Víctor Balaguer en Las calles de Barcelona (1865), recibe este nombre “para perpetuar la memoria de Don Carlos, príncipe de Viana, á favor de quien se declaró Cataluña durante el periodo de sus desavenencias con don Juan II”. Juan II era su propio padre, que se casó en segundas nupcias (con Juana Enríquez) tras la muerte de Blanca de Navarra, su primera esposa y madre de Don Carlos. Así que padre e hijo acabaron  enfrentados  por el reino de Navarra que  Blanca había dejado a Carlos en herencia tras su defunción.

Juan II de Aragón

Don Carlos de Navarra y Aragón murió en Barcelona, en el año 1461, a los 40 años de edad siendo enterrado en el monasterio de Poblet sin haber sido momificado, cosa que ocurrió cuatro siglos después. Aproximadamente en 1932 cuando Eduard Toda construyó una especie de Frankenstein-momia con los restos de tres cadáveres distintos escogidos de entre los huesos que encontró en Poblet y que, en su día, fueron recogidos por el capellán de l’Espluga de Francolí. Los había encontrado esparcidos por el suelo del monasterio tras la revuelta anticlerical y la profanación de tumbas de 1837.

Desde su muerte que el cuerpo del Príncipe de Viana descansaba en el Monasterio de Poblet aunque su tumba no solía ser mostrada al público. En el año 2008, un estudio antropológico y genético realizado por las universidades autónoma de Barcelona y de Granada daba a conocer esta rocambolesca historia que llevó a los responsables de la investigación (Miguel C. Botella, Mariona Ibars y Assumpció Malgosa) a la conclusión de que la momia del Principe de Viana no era tal sino una mezcla de tres cuerpos distintos y que ninguno pertenecía a Don Carlos.

Eduard Toda en el museo de Bulaq (El Cairo)
Todo indicaba a que el egiptólogo Eduard Toda hizo la momia escogiendo, de entre los tres cuerpos,  huesos grandes que se correspondieran  con los de una persona de edad similar a la que tendría el príncipe cuando murió. Luego colocó cada uno en su lugar como si de un puzle se tratara. Acabado el trabajo, lo tapó con una capucha y metió el cuerpo en un sarcófago moderno. Además, se preocupó de ciertos  detalles, como ponerle unas manos con las uñas bien cuidadas tal como las tendrían los nobles de la época. En cambio, con otras partes del cuerpo fue menos delicado. La más notoria es la columna vertebral, que “fabricó” serrando las de varios cadáveres distintos para formar una a “su medida” con 8 vértebras en lugar de las 5 que puede llegar a tener todo ser humano. Pero aquí no acaba la cosa ya que al comparar el ADN del supuesto Carlos de Viana con el de su madre, Blanca I de Navarra (enterrada en el monasterio de Santa Maria de Nieva, en Segovia) se descubrió que el cuerpo que había en su tumba tampoco era el de la reina.  

Blanca I de Navarra

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