lunes, 9 de septiembre de 2013

La Barcelona que Felipe V se comió

El Born a medio construir allá por 1874
Recuerdo perfectamente el momento en que los restos del antiguo barrio de la Ribera emergieron del subsuelo barcelonés. De eso hace ya más de diez años. Aparecieron bajo el mercado del Born durante unas obras de restauración para ubicar, allí, la Biblioteca Provincial de Barcelona. El viejo edificio, construido en 1874 por Josep Fontseré y Josep M. Cornet, fue concebido como mercado para la gente del barrio pero en 1920 cambió de orientación. Se transformó en mercado de abastecimiento para mayoristas hasta que, en 1971, Mercabarna lo sustituyó. Desde entonces ha permanecido cerrado aunque en ocasiones abriera para celebrar eventos puntuales como el Saló del Còmic o la Fira del Disc. Luego, tras la decisión de ubicar la Biblioteca Provincial, surgieron las ruinas.

Mercat del Born (Xavier Miserachs, 1962)
El hallazgo era importante. Se trataba de la Barcelona que Felipe V mandó destruir para ubicar, en la zona, una gran fortaleza obra de Joris Prosper Van Verboom que serviría para controlar a la población. Así, entre el castillo de Montjuïc y la Ciudadela militar (actual parque de la Ciutadella), los barceloneses se sentirían vigilados y amenazados en todo momento. Los mismos vecinos, en abril de 1717, se vieron forzados a destruir sus propias casas y marcharse a un barrio nuevo. Concretamente, a la actual Barceloneta.

Planta de la Ciudadela militar ideada por Van Verboom

Cuando me enteré de tal descubrimiento me presenté en el lugar para echar un vistazo y lo que vi, entre los barrotes del antiguo mercado, será difícil de olvidar: calles perfectamente definidas, restos de edificios, pozos de abastecimiento de agua, puentes y plazas… ¡Increíble!

Por suerte, la magnitud de lo que había sido encontrado impidió al ayuntamiento echar cemento por encima y continuar con las obras como si aquí no hubiera pasado nada. Cosa que, por desgracia, ocurre más a menudo de lo que pensamos. Pero en este caso se trataba de los vestigios de todo un símbolo de la historia de Cataluña. De hecho, cada 11 de septiembre los catalanes recordamos que el asedio de Barcelona acabó como el rosario de la Aurora. Aún así, la discusión sobre si los restos arqueológicos debían ser conservados o eliminados fue larga. Tanto, que han transcurrido doce años hasta que se pudiera inaugurar.

Mucho se ha hablado de las cifras astronómicas que ha supuesto la restauración del yacimiento en un momento de crisis como en el que nos ha tocado vivir: 84 millones de euros de inversión y 1,2 millones de mantenimiento anual. Eso es tanto que ni tan siquiera llego a imaginar el montón de billetes que debe suponer. Pero los restos de la Ribera aparecieron en otro tiempo y la dichosa crisis aún estaba por venir. Además, como historiadora,me alegro que se hayan podido salvar.



En Cataluña hubo un antes y un después del 11 de septiembre de 1714 en que las tropas de Felipe V, comandadas por el Duque de Berwick, arrasaron la defensa barcelonesa liderada, hasta entonces, por Antonio de Villarroel. Fue un asedio largo y duro muy bien explicado por Albert Sánchez Piñol en Victus, mi última lectura veraniega. En total fueron 13 meses de asedio. Justo lo contrario que propugnaba todo buen manual de ingeniería militar. En la época se decía que el tiempo máximo que debía durar cualquier asedio era un mes y con las mínimas bajas posibles. En Barcelona ocurrió todo lo contrario. Resistió más de un año y con muchísimos muertos.  Al final no hubo nada qué hacer por mucho que los barceloneses sacaran la bandera de Santa Eulalia a pasear.



La novela aborda la Guerra de Sucesión española desde el punto de vista de uno de sus participantes, un ingeniero barcelonés llamado Martí Zuviría (personaje real aunque desconocido) que se formó como tal en Francia junto a Sébastien Le PrestreVauban, el mayor ingeniero de su tiempo. No me extenderé más en hablar del libro porque, aunque todos conocemos el final, considero que se debe leer y no quiero desvelar detalles importantes.

Han pasado 300 años desde que el Duque de Pópuli se plantó ante Barcelona con su ejército borbónico. Por eso los actos del tricentenario empiezan ahora con la inauguración oficial de El Born Centre Cultural, en cuyo interior se encuentran los vestigios del barrio de la Ribera.  Yo los vi el pasado mes de julio durante un simulacro de pre-apertura al que fui invitada y que ahora comparto en el blog.


Ese día paseé y deambulé por un yacimiento enorme, de 8.000 m2, que se mantiene en un estado excepcional. Además, la gran cantidad de documentación notarial conservada sobre la Barcelona de 1.700, ha servido para identificar a todos (o casi todos) los propietarios y habitantes de las casas. También se conocen sus oficios (como el de la gente que regentaba  la casa de la Neu, donde se guardaba nieve para la conservación de alimentos), los juegos con los que se divertían y muchos más detalles sobre la vida cotidiana de la Barcelona del siglo XVIII.  De hecho, durante las obras de excavación se hallaron numerosos objetos de uso diario que se muestran a parte, en un gran salón. Dicen que en total se hallaron 3.500 objetos de los que sólo se exponen la mitad. Más que suficiente para hacerse la idea de cómo vivían los barceloneses cuando Felipe V los desalojó.


3 comentarios:

  1. Molt ben explicat Roser. Tinc penden el llibre de Victus que, per una cosa o una altra se'm resisteix.
    Espero poder visitar amb calma i tranquilitat aquest jaciment.
    Un petó!

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    1. A mi també em passava, que se'm ressistia, però al final aquest estiu m'he decidit i m'ha agradat força.

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  2. Molt interessant, i no és una novel-la, el llibre de l'historiador Albert Garcia Espuche, "Barcelona 1700"editat per Empuries el 2010.
    RgR

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