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Elefante "Baby" de Lluís Martí Codolar, en el jardín de "La Granja Vella" 
su residencia de la Vall d'Hebron | 
Este post es el resultado 
de algo que me ocurre a veces y es que, investigando para un tema bien distinto, 
encuentro cosas sorprendentes, como la que ahora me ocupa. Esto viene a cuento 
de haber leído una frase, corta y escueta, de 
Xavier Theros en su libro 
“A cau d’orella” donde comenta que, en 
lo que fue el 
Palacio Real Menor, hubo la primera colección de animales exóticos 
de Barcelona. Luego, mucho más tarde, llegaron otras como la colección de 
Lluís Martí Codolar con sus jirafas, avestruces y elefantes correteando por el jardín 
de su caserón de la Vall d’Hebron, que creció hasta los 163 ejemplares y tuvo 
que vender al ayuntamiento de 
Barcelona (en 1892), siendo el inicio del actual 
zoo de la ciudad. Sin olvidar el 
Museo Pedagógico de Ciencias Naturales, del 
taxidermista 
Lluís Soler y familia (de la Plaza Reial), por mucho que los 
animales allí expuestos ya hubieran pasado a otra vida.
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El taxidermista Lluís Soler, en el parque de la Ciutadella, 
con una cabra disecada | 
En cuanto al 
Palacio Real 
Menor, actualmente, poco o casi nada queda de él. Solo la capilla (en la calle 
Ataülf, 4) donde la reina solía ir a rezar. Dicho palacio, según 
Josep María 
Carandell, también era conocido como el de la Reina (por la razón que 
Pere el 
Cerimoniós lo adquirió como residencia para su esposa, 
Leonor de Sicília) y, 
también, con el nombre del Castillo Nuevo.
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| Iglesia de la Victoria, antiguamente capilla del Palacio Real Menor | 
El palacio, construido 
sobre una fortaleza romana que ocupaba el espacio de las actuales calles Ataülf 
y Comtessa de Sobradiel hasta llegar a Avinyó, inicialmente era la residencia 
templaria. Fue construida gracias a 
Jaume I como agradecimiento por haberlo 
ayudado en las conquistas de 
Mallorca y 
Valencia. Luego, tras la desaparición de 
los templarios, el edificio fue adquirido por 
Pere el Cerimoniós para 
transformarlo en el domicilio privado de su mujer. Exactamente, según palabras 
de 
Víctor Balaguer en 
“Las calles de 
Barcelona”, el inmueble fue adquirido por el rey 
“a ruego de su madre política y brindado de 
su amenidad, con ánimo de habilitarlo para residencia de verano”.  
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| Pere el Cerimoniós (Pedro IV de Aragón) | 
Desde 
entonces, el palacio siempre fue residencia de reinas. Fuera cual fuera su ocupante. Desde 
Leonor de Sicília hasta Violant (viuda de Joan II), pasando por Margarita de 
Prades, esposa de Martí l’Humà. Y así siguió la cosa, pasando de señora en 
señora, hasta que en 1857 la Condesa de Sobradiel lo mandara destruir dejando, 
únicamente, la capilla que todavía se conserva aunque muy modificada.
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| Leonor de Sicília, tercera esposa de Pere el Cerimoniós | 
Esta frase de 
Theros tan 
bien puesta en el libro 
“…el va 
condicionar com a residencia de la seva muller i hi va instal·lar la primera 
col·lecció d’animals exòtics que va tenir la ciutat”, me llevó a indagar en 
el tema hasta que di, en la red, con un estudio exhaustivo realizado por 
Anna 
María Adoer  i Tasis. Ella, tras recorrer 
los archivos de esta ciudad, ha llegado a la conclusión que, en Barcelona, había 
leones (y otros animales exóticos) desde el siglo XIII. Residían en los jardines 
del 
Palacio Real Mayor (el de la Plaza del Rey) hasta que fueron trasladados al 
jardín del 
Palacio Real Menor un siglo después. Allí convivían plantas exóticas 
con ciervos (traídos desde 
Mallorca a petición de 
Pere el Cerimoniós), leones, 
guepardos, avestruces, escorpiones, faisanes, falcones y peces. Todo esto lo 
sabemos por la documentación conservada en el 
Archivo de la Corona de Aragón y 
un libro de viajes, de un señor de Alemania, que estuvo en Barcelona allá en el 
año 1500 y lo vio. Vio un montón de animales exóticos (incluso osos) propiedad 
de 
Martí l’Humà, que vivían en su palacio ubicado en los terrenos de la actual 
plaza Medinacelli y, debería impactarle tanto, que hasta dejó constancia escrita 
de ello.
 
Aún así, por mucho que 
ese alemán se sorprendiera por ver tanto animal salvaje junto, en esa época era 
normal que la gente rica coleccionara animales (y  cualquier cosa difícil de conseguir) por ser 
un símbolo de poder. Solo la dificultad de hacerse con ellos y mantenerlos 
sanos y bien alimentados era todo un reto. Eran animales caros de mantener y de traer hasta la 
ciudad. Habitualmente venían en barco y, a menudo, morían durante el trayecto si 
no se daba el caso que atacaran a sus vigilantes y cuidadores en plena alta mar. 
De hecho, eso mismo le ocurrió al famoso rinoceronte de 
Durero, que pereció (en 
1515) ahogado en el naufragio del navío que lo transportaba de Lisboa a Roma, 
cuando viajaba como regalo del 
Rey de Portugal al 
Papa León X. 
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| Rinoceronte (grabado de Durero, realizado en 1515) | 
Sobre lo complejo de su 
manutención, en su artículo, 
Anna Maria Adroer comenta que no es  extraño que las urbes con más animales 
salvajes fueran las que tenían un barrio judío importante, como 
Barcelona. Y eso 
se debía a que su alimentación procedía de un impuesto pagado por los judíos de 
la ciudad.
 
Por lo que se desprende 
de la documentación conservada, Pere el Cerimoniós estaba muy al tanto de la 
salud de sus animales y, una vez que murieron unos cuantos leones (en 1385), 
estuvo muy preocupado por el motivo de la defunción. Quería saber si fue por 
hambre, enfermedad o por estar mal atendidos. Y la cosa aún fue a peor tras la 
destrucción del barrio judío en 1391 ya que, sin judíos en la ciudad, no había a 
quien cobrar el gasto de los animales… Hasta que, al cabo de un año, al Rey Joan 
(hijo de Pere el Cerimoniós) se le ocurrió descontar una parte del sueldo de los 
altos funcionarios y destinarlo a la manutención de las fieras. Incluso, para 
dar ejemplo, él mismo hizo lo propio con sus honorarios. Aunque, en principio, 
el dinero era solo para la comida, acabó por incluir el sueldo del cuidador de 
las bestias (el “leonero”). Motivo por el cual, con el tiempo, los funcionarios 
aun tuvieron que dar más hasta que, en el siglo XVI, el Consejo Municipal 
decidió pagar el sueldo al leonero y encargarse de todo lo concerniente a los 
animales del palacio.
Resulta que en Barcelona 
hubo leones hasta el siglo XVIII y 
“La 
casa de los leones” fue una parte del Palacio Real Menor, que desapareció en 
1860, cuando su última propietaria (la 
Condesa de Sobradiel) lo mandó derribar. 
Poco después, en 1865, el excéntrico burgués 
Martí Codolar se hizo con un zoo 
particular en casa gracias a la ayuda de 
Francesc Darder y aún, un poco más 
tarde (en 1889), el taxidermista 
Lluís Soler abría su primer establecimiento de 
animales disecados en la calle 
Raurich, 16-18.
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| Primer local del Taxidermista, en C/ Raurich, 16-18 | 
 
De hecho había oído que el nombre de "el carrer de la Lleona" puede tener su origen en ese zoo medieval.
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