Los Beatles "pasaron por Madrid sin demasiada pena
ni demasiada gloria" según el NO-DO y llegaron a Barcelona el 3 de julio de 1965 para dar
su segundo concierto en España: de la plaza de toros de las Ventas a la de la
Monumental. Nada más aterrizar al aeropuerto fueron retratados por Pérez de
Rozas, bajando del avión con monteras en sus cabezas, mientras una azafata
vestida de flamenca observaba la escena. Llegaban en pleno franquismo a la
Barcelona de Porcioles, justo dos años antes de que el Alcalde recibiera a
Copito de nieve en audiencia en su
despacho del Ayuntamiento y Pérez de Rozas también inmortalizara el momento.
En los 50 años que han pasado desde el
concierto de los Beatles se ha hablado y escrito mucho sobre el tema. Ya en su
momento, Francesc Betriu y Pedro Costa fueron designados para realizar un
documental sobre la estancia del grupo
de Liverpool en España. Lástima que, al
final, el reportaje no se terminó debido a la prohibición del Ministerio de
Información y Turismo de Manuel Fraga. Por eso, las imágenes filmadas hasta
entonces quedaron olvidadas hasta que Magí Crusells (autor de The Beatles, una filmografía musical) las encontró.
Ava Gardner - y también mi suegra -asistieron al concierto, el último de la gira
europea del grupo. Las entradas valían de 75 a 450 pesetas y la actuación
duró poco más de treinta minutos. En cambio, ellos cobraron más de un millón de
pesetas.
Al día siguiente, los diarios hablaron
especialmente del respeto al orden público y Manel Pombo Angulo, en su crónica
en La Vanguardia, incidía en el fenómeno “fans”, de los que decía que aullaron, lloraron y
expusieron su corazón de quince años. De hecho, razón no le faltaba.
Once años más tarde (11 de junio de 1976)
sus rivales, los Rolling Stones, daban su primer concierto en España y el lugar
escogido también era la Monumental aunque en un principio se pensó en hacerlo
en Las Arenas. El espectáculo empezó a las doce y media de la noche, quince
años más tarde de lo inicialmente previsto.
Dos días después, Ramón Alpuente decía en El País que “desde sus comienzos los Rollings son la otra cara de la moneda, la
contrafaz sombría de unos Beatles atildados, correctos, con sus excelentes
armonías locales”. Y aseguraba que “Los Rollings incorporaron la tradición del
Rock and Roll negro a la cultura popular inglesa…”
Verlos actuar valía 900
pesetas. Un precio elevado para la época y, según Alpuente, hubieron
incidentes en la entrada. La gente que se quedó fuera intentó reventar las puertas
y los grises la emprendieron contra
ellos lanzando balas de goma y bombas de humo. Mientras, en el interior, Mick
Jagger cantaba Honky Tonk Woman y Gay Mercader, quien había conseguido traer a los Rollings a España, alucinaba con
todo.
Uno de esos que se quería colar era Onliyú.
En su libro “Memorias del underground barcelonés” lo explicaba con todo
detalle: “Había policías por el este y
por el oeste, a pie, a caballo y en coche”. Por lo que sus expectativas – y
las de Nazario, con quien se encontró en el lugar - rápidamente se fueron al
traste.
Los Stones, a diferencia de los Beatles
que vinieron en pleno franquismo, ellos lo hicieron con Franco muerto, cosa que
también recuerda Onliyú en el libro y lo relata de la siguiente manera: “hacía
menos de un año que se había muerto por fin Aquel Pelmazo y no estaba muy claro
por dónde iban a ir las cosas, así que el personal se apuntaba a un bombardeo
mientras tuviera que ver con la posibilidad de jolgorio y despendole”.
Ahora, 50 años después de ese último
concierto en España de los Beatles y 40 del primero de los Stones, la
Monumental está cerrada. Lo está porque en Cataluña se prohibieron las corridas
de toros en el año 2010 y su futuro aún por
decidir. Balañá, su propietario, no
parece tener los planes claros mientras que al ayuntamiento de Ada Colau le
gustaría reconvertirlo en un espacio cultural. De hecho, en realidad, durante
toda su historia lo ha sido ya que aquí, además de espectáculos taurinos y conciertos
musicales ha habido boxeo, circo y hasta incluso mítines
políticos.
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