Don Carlos de Viana (José Moreno Carbonero, 1881) |
La calle del Príncipe de Viana, según
Víctor Balaguer en “Las calles de Barcelona” (1865), recibe este nombre “para perpetuar la memoria de Don Carlos,
príncipe de Viana, á favor de quien se declaró Cataluña durante el periodo de
sus desavenencias con don Juan II”. Juan II era su propio padre, que se
casó en segundas nupcias (con Juana Enríquez) tras la muerte de Blanca de Navarra, su primera esposa y madre de Don Carlos. Así que padre e hijo acabaron
enfrentados por el reino de Navarra que Blanca había dejado a Carlos en herencia tras
su defunción.
Juan II de Aragón |
Don Carlos de Navarra y Aragón murió en Barcelona, en el año 1461, a los 40 años de edad siendo enterrado en el monasterio de Poblet sin
haber sido momificado, cosa que ocurrió cuatro siglos después. Aproximadamente en 1932
cuando Eduard Toda construyó una especie de Frankenstein-momia con los restos
de tres cadáveres distintos escogidos de entre los huesos que encontró en
Poblet y que, en su día, fueron recogidos por el capellán de l’Espluga de
Francolí. Los había encontrado esparcidos por el suelo del monasterio tras la
revuelta anticlerical y la profanación de tumbas de 1837.
Desde su muerte que el cuerpo del Príncipe
de Viana descansaba en el Monasterio de Poblet aunque su tumba no solía ser
mostrada al público. En el año 2008, un estudio antropológico y genético
realizado por las universidades autónoma de Barcelona y de Granada daba a
conocer esta rocambolesca historia que llevó a los responsables de la
investigación (Miguel C. Botella, Mariona Ibars y Assumpció Malgosa) a la conclusión
de que la momia del Principe de Viana no era tal sino una mezcla de tres
cuerpos distintos y que ninguno pertenecía a Don Carlos.
Eduard Toda en el museo de Bulaq (El Cairo) |
Todo indicaba a que el egiptólogo Eduard
Toda hizo la momia escogiendo, de entre los tres cuerpos, huesos grandes que se correspondieran con los de una persona de edad similar a la
que tendría el príncipe cuando murió. Luego colocó cada uno en su lugar como si
de un puzle se tratara. Acabado el trabajo, lo tapó con una capucha y metió el
cuerpo en un sarcófago moderno. Además, se preocupó de
ciertos detalles, como ponerle unas
manos con las uñas bien cuidadas tal como las tendrían los nobles de la época.
En cambio, con otras partes del cuerpo fue menos delicado. La más notoria es la
columna vertebral, que “fabricó” serrando las de varios cadáveres distintos
para formar una a “su medida” con 8 vértebras en lugar de las 5 que puede
llegar a tener todo ser humano. Pero aquí no acaba la cosa ya que al comparar
el ADN del supuesto Carlos de Viana con el de su madre, Blanca I de Navarra
(enterrada en el monasterio de Santa Maria de Nieva, en Segovia) se descubrió
que el cuerpo que había en su tumba tampoco era el de la reina.
Blanca I de Navarra |
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