Ayer por fin vi “Ciutat Morta”. Hasta entonces,
había oído y leído mucho sobre el asunto y, aun así, me ha parecido increíble todo
lo que aquí se cuenta. De hecho, si todo esto es cierto será una de esas veces
en que la realidad supera la ficción.
Financiado en parte gracias a un
crowfunding realizado a través de Verkami, sus autores (Xavier Artigas y Xapo Ortega) consiguieron un total de 4.720 € (500 € más de los solicitados) que
sirvió para sufragar los gastos del 10% del documental. Evidentemente,
manejando unas cifras tan bajas, que nadie espere ver una gran película, de
factura impecable y perfecta dirección artística. De hecho, no lo pretende. En
realidad, lo que busca “Ciutat morta” es denunciar un caso muy grave, ocurrido
hace 9 años, y del que se ha hecho todo lo posible para que no llegara a
trascender.
Todo empieza con una rave masiva en un
teatro abandonado (de titularidad municipal) en la calle Sant Pere més Baix la
madrugada del 4 de febrero de 2006. Llega la Guardia Urbana - supongo que por
quejas de los vecinos hartos de jolgorios cada fin de semana – y se lía todo. Cae
un objeto contundente desde lo alto del edificio y le da de lleno a un guardia
urbano que terminará en el hospital y en estado vegetativo. Mientras, un cúmulo
de malas casualidades y negligencias se suceden una tras otra.
Primero, tres chavales que pasaban por allí y daban el pego como
okupas – llevaban rastas en el pelo -
son detenidos en plena calle frente al teatro y acusados de arrojar el objeto
contundente que hirió de gravedad al agente en cuestión. Y no contentos con
ello, una vez en la comisaria de la Guardia Urbana, se ensañan tanto con ellos
que, al final, acaban en urgencias del Hospital del Mar. Allí, una chica con
aspecto fuera de lo común espera, junto a un amigo, a ser atendidos de una caída en bici. La
Urbana, solo verla ya imagina lo peor. Alguien con una pinta así no puede hacer
nada bueno por eso le requisan el móvil, se lo revisan y consideran que hay un
mensaje sospechoso, suficiente para detenerlos a los dos y acabar varios años en prisión.
Al final, ella se suicidó.
A partir de esa noche del 4 de febrero de
2006, tras las detenciones, empezó una sucesión de despropósitos consistente en
malos tratos y negligencia empezando por la propia Urbana y continuando por los
Mossos d’Esquadra, los Juzgados y hasta el propio ayuntamiento. Su responsable
de Movilidad (Jordi Hereu) debería ser quien ordenó la limpieza de la calle
Sant Pere més Baix tras los altercados, eliminando, con el camión de
BCNeta, toda prueba de la posible arma
homicida. De todos modos, aunque Hereu era el responsable, nadie del
ayuntamiento confirmó que la orden la diera él. De hecho, aunque la defensa lo
pidió, no llegó a declarar en el juicio.
Y para acabarla de cagar, unos días antes
de la emisión del documental en TVC (Canal 33),
un juzgado de Barcelona ordenó la supresión de 5 minutos de metraje
porque vulneraba el derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen del
ex jefe de información de la Guardia Urbana, Víctor Gibanel. ¡Craso error!
Parece que en los juzgados aún no conocen el poder de las redes sociales.
Xavier Trias, por su parte, el domingo respondía en Rac1 que no habría reapertura del caso, que no había visto el
documental y que, además, estaba hecho desde el único punto de vista de los
acusados. ¡Pues claro que es imparcial! Nadie del ayuntamiento ni la Guardia
Urbana quiso participar cuando sus autores se lo propusieron.
De hecho, no sé qué me extraña si hace
algunos años (quizá ese mismo 2006, no recuerdo bien) mis ancianos padres
acabaron en el Juzgado por desacato a la autoridad. El único delito cometido
por mi madre fue llamar “mort de gana” a un agente que increpó a mi padre por
haber parado el coche en lugar prohibido para recoger a su señora, que tiene
una invalidez reconocida del 65% y problemas de movilidad.