El pasado 28 de noviembre, Núria Viladevall y
Eduard Palaus
(bisnietos del taxidermista de la Plaza Real) dieron una conferencia acerca del
negocio familiar. Desgraciadamente, no pude asistir y me supo mal perdérmela ya
que estaba segura que allí se iba a hablar de muchas cosas que me interesan. Por
eso me puse en contacto con los responsables de la Fundació Setba (encargados de la
organización del acto y de la exposición sobre el taxidermista), les propuse una
entrevista con ellos y, al cabo de unos días, concertamos la
cita.
El día convenido, Núria apareció acompañada de su marido
(Joan), su tío Ignasi (hijo de Anna Soler y Josep Palaus,
que regentaron la tienda tras morir el fundador del negocio) y el hijo de
Ignasi, Eduard. Todos ellos
estuvieron muy vinculados al negocio. Especialmente, Ignasi y Eduard que
trabajaron en el taller ejerciendo el oficio de la
taxidermia.
Tras las presentaciones
de rigor, me llevaron a un lugar del que no puedo revelar su ubicación aunque sí
pude tomar unas cuantas fotos para ilustrar este post. Por lo que pido a los
lectores que, en caso de saber donde se encuentra, sean discretos y lo mantengan
en secreto. Al llegar, encontré una jaula de grandes dimensiones en cuyo
interior se conservan algunos de los animales disecados por la familia Palaus. Un tesoro escondido en plena ciudad. Luego, nos
dirigimos al restaurante ubicado en la Plaza Real, 8, última residencia del
Taxidermista que, como último vestigio de lo que fue, conserva el rótulo
exterior: “Museo pedagógico de ciencias
naturales”.
En el tiempo que duró la
entrevista me contaron infinidad de anécdotas interesantes. Entre ellas, que en casa solían cocinar los
animales que les traían para disecar.Cada lunes llegaban cazadores a la tienda
cargados con sus trofeos del fin de semana: zorros, perdices, conejos… En fin,
unos clientes perfectos para la familia Palaus…
Roser.- ¿Me podéis contar cómo empezó la historia del
Taxidermista?
Núria.-Todo empezó con mi bisabuelo, Lluís Soler. Él
abrió el negocio en un local de la calle Rauric,
16-18. Luego se trasladó a la Plaza Real, 10, aprovechando un verano en que mi
bisabuela Carmen estaba con sus hijos en la casa de La Roca. Se mudó allí por
ser un lugar más espacioso aunque tampoco fue el definitivo. Esa nueva tienda
era mucho más grande. Tenía 10 escaparates y allí los gorilas de la calle Raurich cabían a la perfección. De hecho, uno de los motivos
por los que tuvo que cambiarse de local era porque en el antiguo los gorilas no
cabían bien. La gente se agolpaba de tal modo frente al escaparate que llegaba a
impedir el paso por la calle Ferran y mi bisabuelo recibió varias quejas al
respecto.
Roser.- ¿Y luego que pasó?
Núria.- Lluís Soler murió joven, a los 50 años y dejaba a
su mujer viuda con su hija Anna, que era la mayor. Luego, Anna se casó con Josep Palaus
y tuvieron varios hijos. Uno es mi tío Ignasi, que está aquí con
nosotros.
Roser.- Ahora que me habláis de Josep Palaus,
elfue el responsable que hacer célebre la
tienda…
Núria.-Era de Granollers y
trabajaba de jardinero. Conoció a mi abuela tras ser contratado para arreglar el jardín de la casa que Lluís Soler había comprado en La Roca.Se
enamoraron y eso no gustó mucho a mi bisabuela. Ella pertenecía a una familia de
la burguesía catalana, los Boix i Raspall, y no veía con buenos ojos que su hija tuviera un
novio de provincias, por muy guapo que fuera el muchacho. ¡Qué lo era!
Roser.- Pero al final se casaron…
Núria.-Pero cuando Lluís Soler ya estaba muerto. Josep Palaus
no llegó a conocer a su suegro. Él apareció cuando mi bisabuela Carmen y su hija
Anna se encargaban del negocio, poco después de la muerte de Lluís. Mi abuelo
Josep fue el gran impulsador del negocio. Tenía una visión mucho más comercial
mientras que Lluís Soler ejercía más
de científico naturalista.
Josep Palaus con un trabajador, en la tienda de la Pl Real, 8 |
Felicitación de Navidad del Taxidermista, 1964 |
Roser.- Hay muchas cosas por las que siento curiosidad y una de ellas es la procedencia de los animales que disecabais. Porque había de todo…
Eduard.- Muchos los traían cazadores. Recuerdo que los
lunes y los martes eran los días de más trabajo. Venían con sacos llenos con la
caza del fin de semana. Otras veces nos traían animales atropellados en
accidentes de tráfico. Incluso, en ocasiones, aún estaban vivos. Luego estaban
los animales del zoo que, tras morir, nos los mandaban para disecar. Mi abuelo y
el director del zoo de Barcelona eran íntimos amigos, por lo que todo animal que
moría allí pasaba por nuestro local.
Roser.- En la exposición de la Fundació Setba hay una noticia sobre la muerte de una
elefanta del zoo llamada Perla. Tengo
entendido que había sido un regalo del zoo de Berlín al de Barcelona en los años
40.
Núria.-Perla murió en la época del abuelo Josep.
Ignasi.- En ese tiempo murieron tres elefantes del zoo
pero sólo disecamos a uno aunque los descarnamos a los tres. Fue un trabajo
durísimo. Para sacarle la piel tuvimos que hacerlo entre seis personas. Al
final, cuando acabamos el trabajo, lo tuvimos expuesto en este último
local.
Núria.- Aquí cabía bien porque el local era el doble de
grande de lo que ahora es el restaurante. Luego, cuando Bohigas y Mª Aurelia Capmany se
instalaron en la finca perdimos tres escaparates por unas obras de reformas que
se tuvieron que hacer.
Roser.-Sé que no os gustaba disecar animales domésticos y
que incluso elevabais el precio por el trabajo a realizar, como medida de
persuasión.
Eduard.- Así es. Además siempre me tocaban a mí, supongo
que por ser el más joven. Muchas veces me traían tortugas que llevaban tiempo
muertas sin que el dueño se hubiera percatado. Yo de eso no me enteraba hasta
que abría al animal. El olor nauseabundo que despedía era indicativo que tiempo
que llevaba muerto. Por tanto, cuando venían con una tortuga jamás sabías si
estaba fresca o bien llevaba ya unos meses seca.
Ignasi.- Y cuando eran frescas tampoco era muy agradable
porque al abrirlas la carne se movía… ¡Parecían vivas!
Eduard.- La gente nos traía de todo. Cosas que ahora serían
impensables, como buitres, águilas o búhos. Incluso a veces hasta nos los traían
vivos para que los matáramos e hiciéramos una buena figura disecada. Eso nos
parecía terrible. Nosotros no somos asesinos. Nuestro trabajo era siempre con
animales ya fallecidos. Entonces, cuando venía gente de ese tipo nos quedábamos
el animal y lo liberábamos sin que el cliente se enterara. Luego, le hacíamos
entrega de otro igual pero que hubiera llegado muerto a la tienda y que
guardábamos en las neveras.
Roser.-Perdonadme la comparación pero es que me parece tan
salvaje como si uno se llevara a la funeraria el ligue de la noche anterior para
que se lo mataran, embalsamaran y
poderlo conservar en el salón.
Eduard.- Sería algo así.
Núria.- Cuando yo era pequeña, los lunes al salir del
colegio veníamos a recoger a mi madre, que trabajaba aquí y la esperábamos hasta
las ocho, que era la hora de cerrar. Pues desde que llegábamos hasta que nos
íbamos a casa no dejábamos de oír los llantos de la gente que venía con el
periquito muerto para disecar.
Roser.- Y ese gorila enorme, de la época de Lluís Soler,
que llevaba una negra bajo el brazo… ¿Era real?
Núria.- No, estaba hecha de cera pero al final la
tuvieron que retirar por las quejas que recibieron. No era como el negro de
Darder.
Roser.- Por cierto… Supongo que sabéis como acabó la
historia del negro de Banyoles tras su entierro
fastuoso en África…
Núria.- Sí… Desgraciadamente ahora es un
vertedero.
Roser.- Exacto. Está en un parque público, medio
abandonado, donde los chavales del barrio juegan al futbol y usan la tumba como
banderín de córner.
Núria.- Una pena. Casi tenía más honor expuesto en el
museo que enterrado entre basura, que es como está ahora.
Roser.- Volviendo al gorila… Había más de uno en la
tienda. ¿Eran familia?
Núria.- Eran tres. El macho, la hembra y una cría pero
no estoy segura que fueran familia. Por lo que sé los trajo Lluís Soler. Se los
vendió un belga y el bisabuelo los instaló en el local de la calle Raurich. Dicen que la gente alucinaba viéndolos
expuestos.
Roser.- También he oído decir que en los años 30 incluso
hubo una ballena que desapareció durante la Guerra Civil.
Núria.- No lo recuerdo pero en esa época mi abuelo estaba en la cárcel y los empleados
fueron los que encargaban de la tienda. Por eso hay cosas que la gente recuerda
y nosotros no. Incluso nos han dicho que había una sirena y nosotros no teníamos
ni idea.
Eduard.- Un día conocí a un señor que, al saber que yo era
el hijo del taxidermista, me contó que había escrito un libro en el que se habla
de nuestra tienda y que, en uno de los capítulos, aparece la sirena. Me dijo que
la recordaba perfectamente porque su madre le llevaba a verla cada
día.
Roser.- Eso que dice Eduard me hace pensar en que se ha
escrito mucho sobre el taxidermista.
Ignasi.- Permanyer nos dedicó un artículo precioso en La Vanguardia
cuando decidimos acabar con el negocio.
Roser.- Sí, lo he leído.
Núria.-Con ese artículo mi madre y yo hemos llorado
mucho. En el
Ara hay una periodista, especialista en historia
natural, que es un encanto de mujer y nos hizo un reportaje magnífico. Cuando
acabó nos dijo que se hubiera estado tres horas más hablando con
nosotros.
Roser.- En eso estoy de acuerdo con ella. Yo también me
pasaría horas escuchando historias sobre el taxidermista. Pero aparte de
periodistas que han escrito sobre vosotros también pienso en tantos fotógrafos
famosos que han pasado por aquí.
Ignasi.- Con los años hemos tenido relación con muchos
de ellos. Con Xavier Miserachs teníamos mucha
amistad.
Roser.- Hay una foto muy famosa de Català-Roca con Miró observando el escaparate que, por
cierto, era vecino del barrio. Esa foto la tenéis expuesta en la Fundació Setba.
Núria.- Por cierto que de Fontcuberta no hemos recuperado
ninguna foto.
Roser.- ¿Y esa historia de que Mario Cabré vino con una cabeza de toro
para regalar a Ava Gardner?
Núria.-No fue la cabeza sino la
oreja.
Roser.- Pues en todas partes aparece como que era la
cabeza.
Ignasi.- A veces sí que venían toreros para hacernos
disecar cabezas de toro pero en el caso de Mario
Cabré fue la oreja. También se
dice que estuvo en la tienda con Ava Gardner pero yo no recuerdo haberla
visto.
Roser.- Pero podría ser cierto porque a ella le gustaba
mucho salir de marcha por este barrio. Xavier Theros, en su libro “La sisena flota a Barcelona”, cuenta un montón de historias de la Gardner con los marineros
americanos que llegaban a la ciudad.
La Vanguardia, 03/07/1988 |
Núria.- También construimos un caballo para una obra de
teatro de Silvia Munt. La particularidad
era que tenía que ser como un sofá porque, en la obra, el caballo era un
sofá.
Ignasi.- Incluso hay fotos de Silvia Munt
en la tienda, con el caballo sofá.
Núria.-Yo me acuerdo de un reportaje de TV3, titulado “Botigues i botiguers” donde se habla del Taxidermista. Aquí salen
los cuatro hermanos: Ignasi, mi madre, Frederic y Xavier, aunque Xavier se dedicó poco a la tienda. Básicamente
era fotógrafo de zoología.
Eduard.-También venía por aquí Sergio Caballero. Es uno de
los tres organizadores del Sónar. Entraba y se quedaba un montón de tiempo
observándolo todo con mucha curiosidad. Se nota que le gusta la taxidermia.
Porque, si te fijas, en muchos de los carteles del Sónar aparecen animales
disecados.
Sónar 1999 |
Ignasi.- Eso técnicamente es imposible de hacer y no
recuerdo bien como fue la cosa. De lo que sí me acuerdo es de todo el espectáculo
con el rinoceronte, que lo sacamos de la tienda y se fotografió subido al
animal.
Roser.-Esa foto es de Postius.
Roser.-Antes la he visto en el interior del
restaurante.
Ignasi.-Él solía pasar por la tienda un par de veces al año y lo
recuerdo como una persona normal y corriente. Lo que ocurre es que, cuando tenía
público a su alrededor,cambiaba totalmente y se transformaba en el personaje que
se había creado.
Núria.- Bueno... Era muy mal pagador... Hasta se quedó un esqueleto de gorila que no pagó jamás.
Roser.-Al final, tras más de cien años al frente del
negocio acabasteis cerrando en 1992, el año de los Juegos Olímpicos. ¿Por qué
decidisteis acabar con el taxidermista?
Ignasi.- Pues porque la taxidermia ya había muerto en
Barcelona. Además, en esa época, la Plaza Real estaba muy degradada y la gente
no quería ni acercarse.
Núria.- ¿Recuerdas la foto de Pepe Encinas en la que hay
una punky
mirando el aparador?
Roser.- Sí, es magnífica y muy descriptiva de lo que era
la Plaza Real en ese momento.
Fotografía: Pepe Encinas |
Ignasi.- Yo vi morir una persona y otros tantos dramas en
la Plaza Real, con gente pinchándose sin ningún reparo.
Núria.- Una vez, por la Mercè, instalamos un aparador precioso con piezas de una exposición
que hubo en Ginebra. Cuando llegamos por la mañana, para abrir la tienda,nos
encontramos con el cristal destrozado y con todas las piezas esparcidas por el
interior de la caseta de las obras de Oriol Bohigas. Fue entonces cuando vi a un hombre que estaba
vendiendo, a un turista, un cristal de cuarzo que procedía de nuestra tienda. Me
acerqué a él y le dije… “¿De dónde ha
sacado esto?”. Él se asustó, echó a correr y yo fui tras él por todo Escudillers. Luego, mi marido me pegó la gran bronca por
haber cometido tal osadía. Pero la rabia que sentía en ese momento me impidió
actuar de otra manera.
Ignasi.- Esa noche todo lo que nos robaron fue a parar a
la caseta de las obras de Bohigas, que estaba aquí, en
medio de la plaza, frente a nuestra tienda. Suerte que nos dimos cuenta y
pudimos recuperar algunas cosas.
Roser.-Tras cerrar este local sé que abristeis una tienda
más pequeña en el barrio de Sant Andreu. Incluso hace
unos años Ignacio Vidal-Folch escribió un artículo sobre ella en “El País”.
Núria.-Eso fue porque, cuando dejamos esta tienda, mi
madre no se podía imaginar estar sin ella. En esa época, mi padre disponía de un
local en la Plaza de las Palmeras donde tenía su laboratorio de química. Luego
se llevó la fabricación de ojos de cristal, lo que quedaba de la colección de
mariposas y algunos clientes.
Roser.- ¿Y qué hicisteis con la
colección?
Núria.- La de mariposas fue deshecha por
completo.
Roser.- ¿Y los animales? ¿Los
vendisteis?
Núria.-Sí, todos. El oso del Pirineo está en Dijon, la gorila hembra y la cría están en Japón y el macho me lo
han ofrecido.
Roser.- ¿Te lo quieren vender?
Núria.- ¡Sí! Ha dado la vuelta por toda España y ahora lo
venden. Está en Valencia o Alicante.
Roser.- ¿Y el rinoceronte de Dalí?
Núria.-Está en el museo de Onda con otros animales de
nuestra tienda, aunque ahora está provisionalmente en la Fundació Setba para la exposición.
Ignasi.- Todos los animales que morían en el zoo de
Barcelona los disecábamos aquí y luego se los quedaba el Museo de Onda. Era un
acuerdo que teníamos.
Roser.-Tras pasar todo este tiempo con vosotros veo que
sois unos apasionados de la naturaleza y de vuestro oficio.
Núria.-Actualmente la taxidermia está mal vista.
Especialmente en Barcelona. En cambio, hay lugares donde aún quedan
taxidermistas, como en Lleida. Yo reivindico este oficio porque surgió como un
motivo científico. Hace unos días hable con Deyrolle, el taxidermista que aún sigue en París, y me contaba la satisfacción que
le producía conseguir que una persona ciega pudiera tocar un tigre. ¿De qué otra
forma puede ver un ciego un animal si no es tocándolo?
Eduard.- Piensa que ahora tenemos medios para conocer todo
tipo de animales pero a principios del siglo XX era impensable ver un canguro en
la ciudad. Imagínate lo que debería alucinar la gente viendo cosas como
estas.
Núria.-Supongo que en esa época el escaparate de nuestra
tienda debería ser el National Geographic de la
época.
Roser.- Y ya para terminar, hay una cosa que aún no me
habéis contado y es cómo se inició vuestra relación con la Fundació Setba y cómo surgió la idea de realizar esta
exposición.
Núria.- La idea surgió de la gente de la Fundació Setba con el proyecto “La memoria de la Plaza” que
pretendía recuperar la memoria del lugar con la ayuda de vecinos y
establecimientos emblemáticos. Cristina
Sampere, la directora de Proyectos Culturales, se
puso en contacto con nosotros y nos propuso la exposición, cosa que nos hizo
mucha ilusión. Además, incluso han hecho un documental que se proyectará el 30
de enero en los cines Maldá y en el que espero que nos
volvamos a ver.
Roser.- Descuida, así será. No me lo perderé.
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* Material gráfico utilizado en el post procedente de la familia Palaus