La mañana de
sábado que visité el “Refugi 307” cayó un diluvio en Barcelona. Me pilló en la
Boquería haciendo la compra semanal mientras mi familia me espera a salvo en
casa. Mi hijo Marc aguardaba impaciente por acudir al refugio de la guerra
civil que se conserva en la calle Nou de la Rambla, en el barrio de Poble Sec,
al pie de Montjuïc. Por suerte la lluvia cesó en cuestión de minutos y,
mientras volvía a casa, apareció un sol radiante. Así que al final pudimos
realizar la visita que teníamos programada y que hacía tiempo que queríamos
hacer. De hecho, lo intentamos durante “La nit dels museus” pero desistimos por
la inmensa cola que había.
Este es uno de los más de 1.400 refugios antiaéreos construidos en Barcelona
durante los bombardeos de la Guerra Civil y uno de los pocos que quedan en pie.
Fue construido gracias a la participación de los vecinos del barrio, que
pusieron todo su empeño en conseguir un lugar seguro donde refugiarse en caso
que al ejército de Franco le diera por bombardear la población civil, como
desgraciadamente ocurrió. Pero dado que la mayoría de hombres se encontraban
luchando en el frente, la construcción de los refugios fue más cosa de mujeres,
niños y ancianos.
|
Hasta que
visité el refugio, yo estaba convencida que el ingeniero responsable de su
construcción era Ramón Perera a petición del organismo de la Generalitat que se
encargaba de proteger la vida de la población civil (la Junta de Defensa
Pasiva). Pero resulta que Perera fue ingeniero de casi todos los refugios excepto
este, del que se encargó un vecino de Poble Sec cuyo nombre ha quedado en el
anonimato por deseo expreso de su familia.
Este es uno
de los refugios más grandes de la ciudad. A diferencia de casi todos los demás,
en que para entrar hay que bajar varios metros, este tenía tres puertas de acceso distintas y siempre se llegaba a su interior por un camino plano. Ello se debía a que
fue excavado en el interior de la montaña. Una vez dentro, un
recorrido en zig-zag (que servía para resistir la onda expansiva de la metralla) conducía hasta el primer gran túnel.
Aunque inicialmente
estaba previsto que tuviera 400 metros de túneles, se acabaron construyendo la
mitad, todos ellos cubiertos por la típica “volta catalana”. En su interior podía albergar 2.000 personas sentadas en bancos de madera que bordeaban casi todos sus muros. Además, había lavabos, cocina, una enfermería, un manantial de agua y un espacio
infantil que quedó a medio construir.
Al fondo, la actual puerta de acceso principal y, a la izquierda, los lavabos |
Sus paredes
estaban repletas de letreros con recomendaciones y prohibiciones con frases
como “prohibido gritar”, “se ruega ser
respetuoso con los demás” o “se prohíbe fomentar el pesimismo”. Esto último, de
vital importancia si pensamos que en ocasiones pasaban muchas horas hasta que
la población pudiera regresar a su hogar. Una persona negativa que sólo hablase
de las pocas (o nulas) posibilidades de sobrevivir podía ser fatal para el
resto de sus compañeros de reclusión.
Una vez
concluida la guerra el refugio quedó abandonado por unos cuantos años hasta que
allí se instaló una fábrica de vidrio y el refugio se utilizó como su almacén.
Luego, años más tarde, tuvo otros usos como residencia de una familia de
gitanos que, inicialmente, pensaba construirse una barraca en lo alto de
Montjuïc y que vivió allí toda una década. De hecho, en el interior del refugio
hay una chimenea construida por esa familia gitana y quedan testimonios de
vecinos que recuerdan lo “mona y acogedora” que llegó a ser esa vivienda. XavierTheros me lo confirmó unos días más tarde en una larga entrevista que le
realicé y que me guardo para la semana que viene.
Chimenea construida por la familia gitana que se instaló a vivir |
Mapa del interior de Refugi 307, editado por el MUHBA |