Jaime Martín trabajaba en “El Víbora” cuando publicó “Sangre de Barrio” en 1989. Su
editor, Josep María Berenguer, fue quién le dio la oportunidad de publicar el que sería su
primer álbum. Jaime suele explicar que Berenguer se lo dijo en su despacho y que le dio total libertad para
pensar el argumento y plasmarlo sobre el papel.
De ahí nació “Sangre de barrio”, la historia de unos chavales de un
barrio marginal de la ciudad, que le valió el premio al autor revelación del
Salón del Cómic de Barcelona, en 1990.
Un buen día, 24 años más tarde, Norma Editorial le propuso editar toda
la serie en un único tomo y a Jaime, lo primero que le vino a la cabeza fue
pensar “Qué vergüenza. Yo era un novato
¿Cómo voy a soportar enfrentarme a aquellas páginas otra vez?”. Al menos
así lo cuenta en su blog.
Pero al final dijo que sí, que pasaba de la vergüenza y que aceptaba el reto de
Norma. Yo creo que hizo bien y por eso quise contactar con él.
Conocí a Jaime hará unos cuatro
años, un día que Absence debía entrevistarlo en el Cabaret elèctric de Icat.cat para hablar de su entonces recién publicado “Lo que el viento
trae”. Un relato de terror (inicialmente publicado en Francia) que poco
tiene que ver con el cómic que lo encumbró y le dió el premio
al autor revelación del 8º Salón del Cómic.
Hace poco que entró el álbum en casa y sólo llegar se lo saqué de las
manos a Absence. Me lo leí de un tirón y corrí a buscar su correo para pedirle
una entrevista. Al poco, Jaime me contestó aceptando y yo me alegré un montón de poder hablar con él acerca de "Sangre de Barrio" y algunas cosas más...
Han pasado 20 años desde que se publicó
“Sangre de Barrio” por primera vez y, en cambio, es una historia que podría
suceder ahora mismo. ¿No te parece?
Es
cierto, no me parece nada descabellado. En mi opinión estamos viviendo una
involución que tiene pinta de llevarnos a algo parecido a la cochambre de
inicios de los 80. Había una canción del grupo Los Suaves que hablaba de la
insoportable tasa de paro de aquellos años: 2 millones de parados. Viendo a lo
que nos han llevado las ratas que han gobernado y gobiernan el país, aquella
canción, si no fuera tan dramática, parecería un chiste.
Leyendo el cómic veo que pasa perfectamente
por una historia real. La sitúas en tu barrio y, por tanto, conocías a la
perfección los personajes que lo habitaban y el Institut Pedraforca.
¿Cuánto hay de biografía en él?
Biografía
a trocitos, manipulada y ordenada a mi antojo. El fin es contar una historia,
no mi vida o la de mis amigos. Aún así, esos fragmentos de realidad los
considero básicos. Dan verosimilitud y para mi son un nexo de unión con la
historia. Me permiten convivir con ella durante el largo período de creación
sin caer en el hastío.
Esta es una historia con una banda sonora
muy presente. Canciones y escenas casan a la perfección. ¿Era la música que
escuchabas mientras lo creabas?
Sí. Era,
además, un elemento inspirador. Muchas canciones contaban las mismas cosas que
vivíamos en los barrios. Esas canciones eran como el aire, estaban ahí
suspendidas, flotando a tu alrededor. Las “respirabas” y pasaban a formar parte
de tu ADN. En el tebeo tenían que integrarse de la misma forma.
Al ser éste un blog centrado en la historia
de Barcelona siempre me gusta preguntar a mis entrevistados sobre cómo se las
apañan con la localización de los escenarios que aparecen en sus historias.
¿Cómo lo hiciste en “Sangre de barrio”?
Cuando
hice Sangre de barrio no habían ordenadores ni internet, así que la única
manera era salir a la calle con la cámara de fotos. En Hospitalet nunca tuve
ningún problema, sin embargo en la Barceloneta, cuando me documentaba para una
historia corta con guión de Onliyú, casi consigo meterme en un lío. Y mira que
el bueno de Onliyú ya me lo advirtió: cuidado donde te metes, que no les va a
gustar que les toques las narices sacando fotos. Y así fue, alguien se mosqueó,
por acercarme demasiado (no tenía zoom) y lo dejé estar a medio carrete.
Este cómic te valió el premio al autor revelación
del Salón del Cómic de 1990 ¿Qué supuso el premio para ti?
Me dio
seguridad en mi mismo y en mi trabajo. Luego, con el tiempo, te das cuenta que
eso te lo labras tú mismo a lo largo de tu carrera. Aún así, de todos los
premios que se otorgan en el mundo del cómic, tal vez sean los que se conceden
a los autores incipientes los que más sentido tienen.
Leí “Invisible” y, aunque en ningún momento
sale el nombre de Barcelona, se adivina que transcurre aquí por un
detalle muy concreto. Pero bien podría ser en cualquier gran ciudad.
Supongo que esa era la idea, ¿no?
No había
ninguna intención de que fuese una ciudad concreta. Sí me interesaba construir
un estereotipo, porque lo que ahí se plantea creo que se puede extrapolar a
cualquier gran ciudad del primer mundo, por eso no quería presentarlo como una
historia local. Aparece la Plaça de Catalunya de Barcelona, pero simplemente
porque me fue más fácil documentarme. Pensé que quien no la conociese
simplemente vería una plaza.
Leyendo tus historias llego a la conclusión
que te gustan los personajes marginales...
Marginales
o con algún tipo de trastorno, pasajero o no, que les impide relacionarse de
igual a igual con la mayoría, con la “normalidad” establecida. Algunas personas
cercanas me comentan que hago una proyección de mi mismo. No me planteo tal
cosa. En todo caso, si es así, no es algo consciente. Soy bastante pudoroso y
mi vida me la guardo para mi.
¿Sigues dando clases en la escuela de cómic
Joso?
Ya he
perdido la cuenta de los años. Me ayuda a socializar un poco, aprendo cosas de
los alumnos y ellos, espero, aprenden algo de mi. Básicamente unas rutinas de
trabajo que les permitan evolucionar por sí mismos. Desde mi punto de
vista, aprender a autoevaluarse el trabajo es vital. Después tienes que tener
el conocimiento y la habilidad de corregir los errores, claro, pero primero hay
que aprender a detectar dónde fallan las cosas. Eso es la libertad.
Por lo que cuentas en las entrevistas me da
la impresión que ha habido momentos duros en tu carrera profesional. Incluso
algunos de tus cómics son también muy oscuros y parece que reflejan cierto
malestar, como en “Invisible” ¿Es así o sólo una impresión?
Siempre
hay algo oscuro en mis historias. No creo ni que lo busque, seguramente sale
así porque, simplemente, no me gusta el mundo en el que vivo. Además, reconozco
que la misantropía, con el paso de los años, va creciendo en mi hasta
convertirse, en ocasiones, en algo difícil de llevar.
Para terminar… Tras tu último trabajo “Todo
el polvo del camino” tengo entendido que ahora estás preparando un cómic sobre
la mili de tu padre. ¿Me puedes contar un poco más sobre ello?
Es la
historia de la mili de mi padre, en Ifni, África, a comienzos de los 60, pero
también tiene una parte ajena a lo militar. Intento abordar la rapidez
con la que, en aquellos años, se dejaba de ser joven para pasar a ser adulto.
El cómo las cosas estaban predispuestas para pasar ese tránsito sin pensar
demasiado acerca de qué quería hacer uno con su vida. La reducción a la mínima
expresión de ese periodo tan valioso que es la juventud.