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Mi abuelo materno, Pere Freixas Badía |
Lo que ahora voy a explicar, o mejor
dicho transcribir, es parte de los apuntes de mi abuelo materno, Pere Freixas Badía,
que durante la Guerra Civil fue detenido por los miembros de la FAI y
encarcelado en una checa del barrio de la Bonanova. Tuvo suerte de salir con
vida para contarlo y dejarlo escrito para que yo, su nieta que no lo llegó a
conocer (murió mucho antes que yo naciera), lo leyera y decidiera hacerlo
público en un blog.
El manuscrito llegó a mis manos de forma
casual este mismo verano mientras me encontraba de visita en casa de mi madre.
Curiosamente, esa misma mañana había estado leyendo en “Barcelona rebelde” de
Guillem Martínez la historia de su tío Cristóbal, joven miembro activo de la
FAI durante la Guerra Civil, que ya mayor y enfermo de cáncer lloraba al
recordar a los “Amargados”. ¿Qué quienes eran esos? Pues militantes de la CNT,
ya mayores en la Guerra Civil, que se negaban a hacer prisioneros. Todo lo
contrario a lo que parece que era el tío Cristóbal que de mayor lloraba por los
pecados de su juventud.
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Mi lectura playera de estas vacaciones |
Con la historia del tío Cristóbal bien
fresca en mi memoria, esa tarde mi madre me habló de un libro muy antiguo,
según ella, que tenía guardado en un armario y que quizá me podría interesar. Y
sí, el libro tenía su interés pero no le mostré mucha atención porque lo que
contenía en su interior era un tesoro para mi. Un montón de apuntes tomados por
mi abuelo antes y después de la guerra civil que, tras leerlos con
atención, decidí compartir con mis lectores por su doble valor histórico y
sentimental.
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Historias morales, 1923. En su interior estaban los apuntes de mi abuelo |
Lo que aquí cuenta mi abuelo es la otra
cara de la moneda del libro de Miquel Mir “Diario de un pistolero
anarquista”, basado en el diario personal de un miembro de la FAI, escrito
durante su exilio en Londres. Por lo visto, el pistolero en cuestión, formaba
parte de una de las patrullas barcelonesas que, al principio de la guerra,
pululaban por la ciudad incautando bienes, deteniendo y ejecutando personas
“sospechosas” de traicionar la revolución como creían que era mi abuelo.
Por la redacción del texto, deduzco que
las vivencias de mi abuelo en la checa de la Bonanova (en la finca llamada
Monells), deberían ser escritas en 1939 una vez acabada la guerra tras la entrada de las tropas franquistas en
la ciudad, años después de haber sido
apresado.
A parte de este primer texto, que
transcribo íntegra y literalmente respetándolo por completo tal cual fue escrito en su momento con faltas de ortografía incluidas, hay muchos más que he encontrado y que iré
subiendo al blog, por partes. Dicho esto, les dejo con l’avi Pere y su
historia.
“Una de las chekas que más
actividad desplegaron en sus refinadas criminalidades durante los primeros
meses de la anarquía roja, estaba situada en la calle Arrabal números 42 y 44
(carretera del cementerio de san Gervasio) y en las fincas llamadas de Monells
y la contigua. Aquella la habían habilitado de cárcel y en la contigua que
hicieron comunicaron haciendo paso por la valla, tenía establecido el tribunal
compuesto por una especie de cuartel general de la FAI.
De todas las demás chekas se ha
hablado estos días debido a que algunos han escapado para contarlo. En la que
hago referencia y en aquella época en que la caída de Madrid parecía inminente
la muerte hizo callar a todos los que desgraciadamente pasaron por aquellos
lugares. Aquella cheka era de muerte.
Al frente de ella estaba un individuo
de baja estatura llamado Escorza, natural de Alcañiz, el cual no podía
sostenerse derecho y andaba a duras penas con muletas. De tipo degenerado,
giboso, estaba a las órdenes de otro superior jerarquía criminal invisible, al
cual comunicaba y de él recibía las órdenes de muerte por teléfono.
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Manuel Escorza del Val, dirigía el Servicio de Investigación de la CNT |
Las víctimas eran conducidas allí en
sendos automóviles y custodiadas por unas patrullas compuestas de pistoleros de
producción nacional roja a los que acompañaban indistintamente algunos
apaches, la mayor parte oriundos de los barrios del hampa Marsellés. Después de
interrogados los detenidos y despojados de cuanto valor llevaban encima así
como también de toda documentación, eran conducidos a la finca de Monells donde
quedaban encerrados e incomunicados en unas mazmorras inmundas chorreando agua
por todas partes, en cuyas pocilgas había un colchón tirado al suelo por todo
ajuar, empapado completamente del agua que rezumaba por las paredes. Increíble
parece que en una finca de aspecto señorial hubiera estos departamentos que
parecía hechos ex profeso para estos suplicios.
Los desgraciados, al entrar eran
registrados en un libro, cuyas salidas eran marcadas con lápiz encarnado, señal
especial del triste fin, cuyo epílogo tenía como final el depósito de cadáveres
del Hospital Clínico. Pude observar en un momento ocasional comprobando con
horror que casi todos estaban tachados con el siniestro color encarnado.
Las comidas consistían por la mañana
en una taza de café que de esto solo tenía el color, sin azúcar; al mediodía
una ración de patatas hervidas solas, pan seco y agua y por la noche un plato
de legumbre sin más.
En el turno de los 12 días que estuve
allí detenido, los 11 incomunicados que estaban conmigo, estos no vieron nunca
más la luz del sol.
Alguna vez nos levantaban la
incomunicación para obligarnos a trabajos forzados. Acarreamos a nuestras
espaldas más de 20 toneladas de techos de piedra para hacer el paso entre ambas
torres y si en el trabajo alguno desfallecía, lo animaban a culatazos y golpes
de cañón con las pistolas enormes de que iban provistos siempre aquellos
esbirros.
Uno de aquellos días para variar, nos
ordenaron que limpiásemos el inmenso jardín de los millares de hojas caídas de
los árboles (plátanos) que cubrían como una alfombra el suelo. Para ello era
indispensable que cogiéramos las hojas una por una. Mientras se hacía esta operación, vieron que en el jardín existía
una red de mangas de riego, lo cual les sugirió la idea de divertirse abusando
de nuestra desgracia y desamparo. Nos hicieron aliviar de ropa y en aquel mes
de noviembre tuvimos que sufrir las duchas de agua fría hasta que, cansados al
cabo de una hora abandonaron este suplicio, deliberando entonces entre si en
voz alta escogiendo cada uno a un favorito de nosotros para que cuando llegase
el turno sirviéramos de blanco para estrenar sus flamantes pistolas.
A estos escarnios añádase el de
limpieza obligada de los escusados, limpiar los platos, fregar y barrer los
suelos para lo cual nos hacían levantar a la 5 de la mañana y luego recoger la
basura del jardín que estaba amontonada desde mucho tiempo en la que, los
gusanos de las comidas en descomposición salían entre restos de cristales y
vajillas rotas. Revueltos con estos detritus estaba la documentación de las
víctimas inmoladas, entre las cuales vi con estupor la de una familia habitante
en la plaza Bonanova que faltó de su casa y nadie supo de su paradero. Solo la
documentación delató el triste final del padre y tres hijos.
Su actuación la hacían en la forma
siguiente: Para ir a efectuar un registro, en el automóvil iba el chófer, un
apache. 2 de la FAI y el esbirro que era un individuo al que llamaban Bonet,
los cuales para legalizar su visita pasaban a buscar un número del control
de la Generalitat del puesto de la plaza Molina, el cual a la llegada a la
casa de la víctima de turno enseñaba la placa y daba a la cosa como de un
carácter oficial y sin peligro alguno. Después empezaba el registro que
terminaba en saqueo finalizando con la detención del infeliz que había sido el
objeto del asalto.
Una vez terminado este, antes de ir al
tribunal consabido, pasaban por el cuartelillo de las patrullas de la plaza
Molina y dejaban el control, encaminándose el auto al Palacio nombre que
daban a la finca contigua a la de Monells donde dejaban el botín y al preso.
El botín era entregado a Escorza y
demás camaradas que lo analizaban y hacían sus comentarios. Después lo pasaban
a un departamento contiguo, donde un camarada experto separaba sentado a lo
moro encima de una alfombra los brillantes del oro y cuando había lo
suficiente, pedían una plaza por correo a la Air France, cuya compañía
parece tenía interés en servirles pues siempre les reservaba un sitio que uno
propio de ellos conducía a buen recaudo el botín que recogían periódicamente,
cuyo producto según versión de Escorza era para adquirir armamento.
Aprovechando en viaje del emisario,
depositaban en el correo en Francia, varias cartas redactadas por ellos mismos
en una sección especial que tenían a tal efecto las cuales eran dirigidas a
varias personas de posición de esta ciudad en cuyas redacciones intercalaban
términos comprometedores para su régimen lo que obligaba al censor de frontera
a entregar la correspondencia que caía en sus manos, al servicio de
investigación de la generalidad, que no era otro sino el que se hace mención en
este escrito.
Esta era la forma de tener un motivo
(la detención y registro) para cuando se encontraban en el caso de que daban
con personas que no tenían otro delito que el de tener buena posición y de
posible botín.
Mi detención fue apoteósica, cercaron
la torre donde habitaba y a mi llegada se me echaron encima temerosos de que me
escapara encañonándome todos los asaltantes en rueda sus pistolas. No era para
menos pues la presa que ellos creían hallar en mi era la de un espía de una
principal personalidad financiera muy influyente, amén de ser acusado de auxiliar para la evasión de unos
familiares míos. Ítem acusación de fascista por una firma apócrifa y finalmente
una orden de careo con un individuo acusado de espionaje.
No puedo concebir como pude obtener la
libertad con todos estos cargos; solo atribuyo el que se debieron considerar bien
pagados con el soberbio botín que cogieron en mi casa que ascendía a cerca
de medio millón en joyas. Al liberarme me dieron la consigna de que cualquier
divulgación de lo visto respondía con mi vida, recomendándome que para mi salud
debía ser ciego, sordo y mudo.
De entre los que tuvimos la desgracia
de caer en manos de aquellos criminales, recuerdo que mataron a una dama
venerable por el delito que según ellos habían comprobado que escuchaba la
radio facciosa de Queipo.
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El general Queipo de Llano en su despacho militar |
Por asuntos de su profesión,
suprimieron al abogado Don Pedro Amat Rutllan.
Por pertenecer al Grupo Alfonso quince
años antes mataron al súbdito cubano Pedro Muñoz Ruíz, que vivía en la calle
Conde del Asalto, 8, 1º. A este le hicieron firmar 4 cheques de 50.000 pesetas
cada uno cargo del Credit Lyonnais, donde tenía una cuenta muy importante, a
cuya esposa avisé a mi salida desbaratándose todos los planes y luego
amenazaron con matarla, pero como que la cosa se divulgó por el barrio, se
asustaron y no volvieron más a molestarla.
Por igual delito de haber sido del
Grupo Alfonso mataron también a un abogado amigo del Sr. Muñoz, persona de edad
avanzada.
A la misma noche de mi libertad y en
el mismo coche subieron al farmacéutico Sr. Surós, hermano del catedrático del
mismo nombre, por haberle hallado en las listas del partido radical fue acusado
y condenado a muerte. También condenaron a la última pena a mi amigo Fco. Pujol
Campins, natural de Vilassar de Mar y director de la fábrica del vídrio de
Badalona. Acusáronle de vil burgués haciéndole los cargos de que había tratado
mal a los trabajadores.Al desgraciado le ataron una soga al
cuello y lo llevaron arrastrando más de dos quilómetros por carretera hasta que
la cuerda se rompió y entonces parando el auto hicieron bajar a Surós para que
viera lo que tenía el ahorcado. Mientras estaba viendo en informe montón
humano, le descerrajaron a tiros quedando el Surós tendido en cruz encima del
otro. Al día siguiente se pudieron ver sus cadáveres al Clínico, uno de ellos
aún con la soga al cuello.
Posteriormente después de haber
suprimido unas 500 víctimas a juzgar por el registro encarnado cerraron la
cheka pasando a engrosar las filas de la otra tristemente célebre cheka de San
Elías donde el Escorza desplegó sus más refinados instintos criminales.
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La checa de San Elías, actual parroquia de Santa Agnés (C/ San Elías, 23) |
Los apaches entonces les sobraron por
bastarse los de aquí más que suficientemente duchos por sus criminalidades y se
establecieron en una torre contigua a la cheka de la calle Vallmajor hasta las
vigilias de la entrada del ejército liberador de Franco que huyeron con todos
los demás valientes.
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Celda de tortura psicotécnica en la checa de la Calle Vallmajor 29, actual Iglesia de las Agustinas |
Si por el delito de ser rico se mató a
tanta gente y por pertenecer a determinadas asociaciones políticas se suprimió
tanto desgraciado, si los rojos siguiesen los mismos ejemplos pusieron en juego
al principio de la revolución, tendrían ahora que matar desde Negrín hasta el
último ministro y desde el primer dirigente de las sindicales hasta el último
enchufado ya que todos van cargados con bala. En cuanto a la supresión que
hicieron por simpatizantes con tal o cual partido político, a seguir el
ejemplo, ahora tendríase de suprimir a todos cuantos formaron parte de los
sindicatos que equivale a decir el todo Barcelona.
Las noches eran terribles. Todos sabíamos lo que significaba el rechinar de la cerradura que abría la puerta de hierro de nuestra cárcel.
A su ruido, como movidos por un
resorte nos quedábamos todos en pie contra la pared como espectros con la
sangre paralizada en nuestro corazón. Sabíamos que el que era llamado no volvía
más.
Las mujeres estaban en un departamento contigui al de los guardianes y más de una noche oímos horrorizados sus demandas de socorro en defensa de su honor, cuyos horrores borraba la muerte después."
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En opinión de mi abuelo esta era la España del 36 |
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Mis abuelos Pere y Montserrat |